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Siempre que el servicio militar lo consentía, el cadete venía á Villabermeja; hablaba por la ventana con la chacha Victoria, y se decían ambos mil ternuras. En las largas ausencias se escribían cartas amorosas cada ocho ó diez días; asiduidad y frecuencia extraordinarias entonces. Esta necesidad de escribir obligó á la chacha Victoria á hacerse letrada.

Caparrosa, el cadete de Bringas, un galleguito ladino y vivaracho, había conseguido treparse en una reja, y enfilando casi por una tangente al joven que vendía los boletines en la entrada, le gritaba: A , don Jacinto, a ; me manda don Narciso. ¡Eh, don Jacinto, eh! don Jacinto, don Jacinto, soy el cadete de lo de Bringas.

Entonces dijo irónicamente el cadete , habrá que suprimir el ejército y dejar indefensa la nación. Hoy por hoy, no hay que esperar que esto ocurra. Mientras Europa esté armada y hasta la más pequeña nación tenga un ejército, España lo tendrá también. No es ella quien va a dar el ejemplo, ni este ejemplo serviría de nada.

Mucho afirmó Miguel gravemente, lanzando al aire una bocanada de humo. ¿Y cuánto tiempo hace que es V. militar, Sr. Utrilla? En la academia respondió el cadete después de vacilar un poco y toser no llevo más que seis meses... pero me he estado preparando antes dos años con un comandante del cuerpo... y en realidad, desde que uno entra en la academia preparatoria, ya se le considera como militar.

Ramírez del Valle se había batido como cadete durante la guerra de la Independencia, había caído prisionero; lo trasladaron á Francia; se fugó; ascendió á oficial; sirvió después en la Guardia Real, y á la muerte de Fernando VII y estallar la guerra civil, cuando iba á ser ascendido á coronel, tuvo el capricho de pedir la licencia absoluta.

En una de sus islas nacía Hannibal, y veinte siglos después, en otra de ellas, el hijo de un abogado falto de pleitos se embarcaba para Francia, sin otro equipaje que un pobre uniforme de cadete, para hacer famoso su nombre de Napoleón. Sobre sus olas había navegado Roger de Lauria, caballero andante de las llanuras marítimas, que pretendía vestir á los peces con los colores aragoneses.

Además, hijo de una gran familia; señorones adinerados que nunca le dejaban ir por Toledo con el bolsillo vacío. Y ella, la pobre Sagrario, bobita de amor, chalada por su cadete, orgullosa cuando paseaba los domingos por Zocodover o el Miradero entre su madre y aquel novio tan apuesto que le envidiaban las señoritas de la ciudad. La hermosura de tu sobrina hacía hablar a todo Toledo.

En el palco del Veloz habían quedado solos Diógenes y Jacobo; despatarrado aquel frente al público, como si quisiera indicarle que todo él junto no se le importaba un comino; mirando este sin cesar, como un cadete, al palco de la dama de las camelias.

Quizás por esta razón, y no porque apenas se in rerum natura, no alcancé nunca el amor de una chacha Victoria joven. Si le hubiera alcanzado, poco tierno soy de corazón, pero no lo dude V., hubiera muerto bendiciéndola, como murió el cadete, ó hubiera conquistado por ella y para ella, no el grado de capitán, sino el mundo. En fin, ya pasó la mocedad, y no hay que pensar en novelerías.

Por su delgadez parecía montado en alambres; tan rubio, que casi daba en albino; el cuello largo como el de las girafas, y con una nuez... Miguel no había visto jamás nuez tan desmesurada: de todo el individuo era lo que preferentemente llamaba su atención. Vino el mozo con el servicio y los cigarros. Utrilla, que así se llamaba el cadete, se empeñaba en que Miguel escogiese uno.