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Ocurrió primero la baja de la moneda de oro y plata; hubo un espantoso terremoto el 9 de octubre de 1680, dia de S. Dionisio; hubo gran sequía, y luego lluvias incesantes y tremendas avenidas, una de las cuales se llevó dos arcos del puente; por último un contagio mortífero que duró largo tiempo.

Los males de este sistema de gobierno se han expuesto frecuentemente con los más negros colores, y su influjo mortífero se muestra demasiado claramente en la decadencia posterior del país, para detenernos en este punto más tiempo, no obstante la necesidad imprescindible, para todo hombre imparcial, de no dejarse arrastrar por esas exageradas descripciones.

Nuestros generales, por último, se alegrarán más aún, porque tendrán ocasión de mostrar lo que valen, en vez de jugar al escondite con enemigos que se ocultan y de sacrificar á sus soldados, no por exponerlos á las balas de esos enemigos y á sus celadas y sorpresas, sino por las inclemencias y las fiebres de un clima mortífero para ellos.

Vio venir la horrenda estampa del Rey cubierto de galones y cruces; vio que el brazo se extendía, que la mano se alargaba y le cogía por la muñeca, a él, el pobre anciano flaco y canijo; sintió que aquella mano pesada como el sueño y más fría, mucho más fría que el mármol apretaba sus huesos hasta deshacerlos, mientras los ojos fulgurantes del Deseado le traspasaban con mortífero rayo.

Con palas formaban un borde de tierra de treinta centímetros alrededor de cada uno de ellos. Este borde defendía los pies de los sirvientes, que tenían el cuerpo resguardado por las mamparas blindadas de ambos lados de la pieza. Luego levantaban una cabaña de troncos y ramaje, dejando visible únicamente la boca del mortífero cilindro.

Como si el roce de la piel de Isidora fuese un contacto mortífero, se quedó echo una momia. Y mientras ella le quitaba la llave, él, inerte, sin vida, la miraba con espanto, y no podía defenderse, ni sabía detenerla, ni era dueño de ninguna de las energías de su ser, como no fuera de la voz, pues allá casi entre dientes pudo articular tres sílabas y decir: «¡Bribona!...».

En este ataque de toro furioso quedó detenido por un simple contacto en la frente, un diminuto círculo metálico, una especie de dedal helado que se apoyaba en su piel. Miró... Era un pequeño revólver, un juguete mortífero de relumbrante níquel. Había aparecido en la mano de Freya saliendo del secreto de sus ropas, ó tal vez de aquel bolso de oro cuyo contenido parecía inagotable.

El clima es mortífero para el europeo, que escapa difícilmente a las fiebres palúdicas formadas por las emanaciones continuas que un sol de fuego hace brotar de las aguas estancadas en todo el trayecto de Colón a Panamá.

La palabra cursi, que la magnanimidad nunca bastante loada de los señores de la calle de Valverde ha introducido en nuestro diccionario, se emplea como proyectil mortífero contra aquellos rostros celestiales. Todo sietemesino bien criado tiene en su carcaj una buena cantidad de tales flechas para arrojar a la primer belleza anónima que se presente en su camino.

Encontramos al aduanero disponiéndose a comer al amor de la lumbre, en compañía de su mujer y sus hijos. Todas aquellas gentes tenían caras pálidas, amarillentas, grandes ojos sombreados por la fiebre. La madre, joven todavía, con un niño de pechos en los brazos, estremecíase de frío cuando hablaba con nosotros. Es un puesto mortífero me dijo en voz baja el inspector.