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Es preciso no ser descompuesto, es verdad; pero ¿hay acaso mayor descompostura que el abandono del honor? es necesario tener prudencia; pero esta prudencia ¿debe llegar hasta el punto de dejarse pisotear por cualquiera?» ¿Quién hace este discurso? ¿es la razón? no ciertamente; es la ira. Pero la ira, se dirá, no discurre tanto.

Los ojos de Sorege aparecieron chispeantes y sus labios temblaron, como si fuese á dejarse llevar á alguna declaración imprudente. Pero logró dominarse, dió tres pasos para dejar á Tragomer y volviendo en seguida hacia él, le dijo: ¡Cada cual es dueño de su destino, Tragomer! Si el desgraciado Jacobo estuviese aquí, él mismo te lo atestiguaría.

Se creía en sus momentos de fe egoísta, admirada por el Ojo invisible de la Providencia. El que todo lo ve y la veía a ella, estaba satisfecho, y la vanidad de la Regenta necesitaba esta convicción para no dejarse llevar de otros instintos, de otras voces que arrancándola de sus abstracciones, le presentaban imágenes plásticas de objetos del mundo, amables, llenas de vida y de calor.

Debe ser un mentiroso de nacimiento y al mismo tiempo el flajelo de los mentirosos para darse el aire de odiar a la mentira. El carácter es un escollo y el vicio de decir la verdad es otro. El que ama el poder y aspira tenerlo, debe dejarse mutilar la mano antes que abrirla, si está llena de verdades: verdad y poder son antítesis.

¿Nada te parece, loca, impedir el matrimonio de tu hermana, engañarla miserablemente, dar un escándalo en la villa como nunca se habrá visto? Yo no he hecho nada de eso. El fué quien se me declaró. ¿Es pecado dejarse querer? En esta ocasión, replicó con severidad la señora. A la primera señal debiste advertirme.

Es inútil hacer nada contra su persona. Debe tener un payé. Sus jefes le hubieran hecho oficial, pero no sabía leer. Se limitaron á darle los galones de cabo, y él creyó necesario, para el ornato de su nueva dignidad, dejarse crecer en forma de bigote los contados pelos de su rostro cobrizo.

Preciso es penetrarse de la verdadera inteligencia del mar, no dejarse arrastrar por la falsa idea que puede darnos el país inmediato, ni por las terribles ilusiones que nos produciría la sencilla grandeza de sus fenómenos, ni por los furores aparentes que con frecuencia se convierten en beneficios. Continuación. Playas, arenales y costas bravas.

Facundo, demasiado penetrante para dejarse alucinar sobre el objeto de la gran expedición, permaneció en San Juan hasta el regreso de las divisiones del interior.

La madre había sido una española de Amalfi, que el escudero robó una noche, hiriendo al padre y matando a un hermano, y que, descubierta dos años después, prefirió dejarse ultimar en el tormento antes que denunciarle. Componían la covacha dos habitaciones con un jardincillo, en el fondo de una casucha, detrás de San Pedro.

«Su padre había perdido la cabeza. Ya no podría confesar si no recobraba la razón... sólo por milagro de Dios». Ni puede, ni quiere, ni debe exclamó don Pompeyo cruzado de brazos, inflexible, dispuesto a no dejarse enternecer por el dolor ajeno. El día de la Concepción, muy temprano, el médico Somoza dijo que don Santos moriría al obscurecer.