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Pues yo te las daré con una vara de acebuche, ¿estás, mal mandado? dijo su padre. Momo, renegando del tío Pedro y de su casta emprendió su viaje, y uniéndose a los arrieros de la sierra de Aracena que venían a Villamar por pescado, llegó a Valverde, y de allí pasando por Aracena, la Oliva y Barcarrota, a Badajoz, por el cual pasa la antigua carretera de Madrid a Andalucía.

Cuando mamá ríe en Lara los chistes de la Valverde, el general los ríe también; y en el Español no aplaude a la Guerrerito hasta que mamá la aplaude. En política ambos están siempre de acuerdo. En lo único en que el general no conviene con mamá y le arma hasta acaloradas disputas, es cuando mamá pondera la elegancia, la discreción y la hermosura de otras señoras.

Ya no seguí, pues, la calle de las Infantas como acostumbraba después de almorzar, ni aun para ir á la de Valverde, donde vivían unos amigos. Por la noche, después de comer, como no había peligro de ver á Teresa, la cruzaba velozmente y sin echar una mirada á la casa.

Murieron con Garay justo cuarenta De la gente escogida paragueña; Los indios eran solos ciento y treinta: Iba con el Garay gente estremeña, Y entre ella algunos iban de gran cuenta. Aquì muriò Valverde, bella dueña, Que en quitarla la muerte, al mundo quita Tesoro, y el contento á Piedra Hita.

La palabra cursi, que la magnanimidad nunca bastante loada de los señores de la calle de Valverde ha introducido en nuestro diccionario, se emplea como proyectil mortífero contra aquellos rostros celestiales. Todo sietemesino bien criado tiene en su carcaj una buena cantidad de tales flechas para arrojar a la primer belleza anónima que se presente en su camino.

Las Argentinas Ninfas, conociendo De aquesta Ana Valverde la belleza, Sus dorados cabellos descojendo, Envueltas en dolor y gran tristeza, Estan á la fortuna maldiciendo, Las flechas y los dardos, la crueza Del indio Mañuá, que así ha robado Al mundo de virtudes un dechado.

Animada Isidora al ver que no carecía su hermano de algún fundamento bueno y sólido para construir en él la persona decente, determinó que no corriera un día más sin ponerlo en un colegio. Pasados Reyes, el señorito fue confiado a un profesor que apacentaba su rebaño de chicos en un colegio de la calle de Valverde.

Un monje fanático, apoderado de Valverde en la Corte de España, no habría hablado con mayor vehemencia y encono... Comprendo, y soy el primero en seguir al señor Caro en ese camino, que es tiempo de poner término a la estéril declamación contra la conquista, que ha dado alimento sin vigor a la literatura americana durante veinticinco años.

Ya no seguí, pues, la calle de las Infantas como acostumbraba después de almorzar, ni aun para ir a la de Valverde, donde vivían unos amigos. Por la noche, después de comer, como no había peligro de ver a Teresa, la cruzaba velozmente y sin echar una mirada a la casa.

Ya no seguí, pues, la calle de las Infantas como acostumbraba después de almorzar, ni aun para ir a la de Valverde, donde vivían unos amigos. Por la noche, después de comer, como no había peligro de ver a Teresa, la cruzaba velozmente y sin echar una mirada a la casa.