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Sólo los grupos de los aficionados sostenían el entusiasmo palmoteando, aclamando a sus respectivos ídolos y entablando disputas ruidosas. La salida de la plaza era lenta, desmayada, contrastando con la llegada, ruidosa como una invasión. Todos parecían cansados y caminaban con cierta lentitud y ensimismamiento, como el que acaba de ser víctima de un engaño o ve defraudadas sus ilusiones.

Cierto egregio personaje no tuvo noticia de las disputas histórico-filosóficas, pero la tuvo pronto de las intimidades y de los paseos. En su dignidad, jamás quiso darse por entendido ni mostrarse quejoso, pero desistió por completo de acudir y aun de pedir nuevas citas, dado que las antiguas hubiesen sido realidad y no invención o fábula de desocupados maldicientes.

Apenas me permito expresar una opinión cualquiera, todos los que me oyen aseguran ser de igual modo de pensar. Precisamente mi carácter ama la controversia y las disputas. Cuando vine a España, hícelo con la ilusión de encontrar aquí gran número de gente pendenciera, ruda y primitiva, hombres de corazón borrascoso y apasionado, no embadurnados con el vano charol de la cortesanía.

De esto nacen no solo muchos errores, que pertenecen á los sentidos, sino infinitas disputas, que mueven gran ruido, y son fáciles de entender si se explican con claridad las voces.

Sólo afirmo que, sin incurrir en error contra la fe, porque ni el molinismo, ni menos su mitigación por el congruismo de Suárez, fueron nunca calificados de heréticos, los jesuítas defendieron y sostuvieron la libertad del hombre, sin salir fuera del circulo de la creencia católica, y en cuestión la más oscura y difícil de la teología, y aun de todo pensar filosófico, por donde será siempro para teólogos y filósofos manantial y semillero de disputas hasta la consumación de los siglos.

Algunos de éstos que habían concluido por trabar amistad con ellos, se trasladaban en ocasiones a la mesa de los filósofos y tomaban parte en las disputas. Mientras la discusión religiosa se desenvolvía, profunda y acalorada, Godofredo Llot aparecía agitado, convulso. Varias veces había querido intervenir, pero como lo hacía tímidamente no se le escuchaba.

Amo, se dice de los monarcas; así esa fórmula «el rey mi augusto amo» se dice de los que tienen esclavos; se dice de los que tienen dependientes ó criados, se dice del dueño de la habitacion. De muchos términos se verifica que envuelven una idea general, susceptible de varias modificaciones; y el emplearlos sin hacerla competente distincion, da lugar á confusion de ideas, y estériles disputas.

¿Cómo adquiere el hombre esta certeza? no lo sabe: la poseia antes de reflexionar; oye con extrañeza que se suscitan disputas sobre estas materias; y jamás hubiera podido sospechar que se buscase porque estamos ciertos de la existencia de lo que afecta nuestros sentidos.

Para Apolonio, algunas disputas humanas han sido hostigadas por misteriosa intromisión divina; son aquellas disputas merecedoras de la dignidad dramática y trágica.

Algunas personas se habían acercado y rodeaban el banco donde se hallaban sentados. Las eternas disputas de Antonio y su querida causaban gran placer á los amigos.