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Me darás la suerte... No muevas la cabeza; te digo que me darás la suerte. Lo afirmó con tal convicción, que Miguel desistió de su negativa. Ven; ganarás: te lo prometo. Vas á ganar, sea cual sea el resultado. Si me dejan limpia, mañana pasearemos por los jardines de Mónaco, como la otra vez. Y si gano... ¡si gano lo que yo deseo!... No necesitó decir más.

Luego desistió, con la convicción de que este movimiento era inútil. Demasiado tarde. Sus ojos, desmesuradamente abiertos por la proximidad de la muerte, siguieron fijos en el francés. Este se había echado el fusil á la cara. Un tiro casi á quemarropa... y el alemán cayó redondo. Sólo entonces se fijó en el ordenanza del capitán, que marchaba algunos pasos detrás de éste.

Un día anunció que iba a pasar seis u ocho en sus posesiones de Onís: Amalia le hizo signo negativo con la cabeza, y desistió de su viaje. ¿Por qué? ¿Con qué derecho contrariaba sus determinaciones, se introducía en su vida y la gobernaba? No lo sabía, pero experimentaba sensación gratísima al obedecerla.

No desistió sin embargo, y repitió otras tres veces la tentativa. A la cuarta vez, por orden de Poldy, el aya salió a desengañar a Isidoro, le afeó su tenacidad y atrevimiento, y le dijo que era inútil que volviese por allí a enojar y a atormentar a Poldy, que nunca habría de recibirle y a quien no volvería a ver en la vida.

Estos, animándoles á la confianza en Dios, les mandaron que luego hiciesen muchas cruces de madera, las cuales hicieron poner en sus casas, en las plazas, en las calles y en los collados, adorándolas humildemente los bárbaros. Al ver el infierno señal tan saludable desistió de perseguirlos, y en adelante depusieron los indios todo miedo sin experimentar al menor peligro.

Todo se explicaba así con la misma verdad, y don Andrés alejaba de la mente de doña Inés hasta la menor sospecha. Juanita, después de haber declarado su amor a don Paco y después de tener por seguro que no procesarían a Antoñuelo, se puso tan contenta y se aquietó de tal suerte, que desistió de todo propósito de venganza contra doña Inés, a pesar de lo mucho que doña Inés la había molido.

¿Escribiría, pues, a la casada? Pero ¿qué derecho tenía para ello? ¿Qué le iba a decir? ¿Y si el marido era celoso y cogía la carta? ¿No se exponía desde el principio a imposibilitar o dificultar así grandemente para lo futuro el buen éxito de su aventura? El Conde desistió, por consiguiente, de escribir a la casada.

Las condiciones ideadas por el coronel eran suficientes para que un tirador de su fuerza abatiese al adversario. Le bastaba un solo tiro. Por un instante pensó en ir al fondo de sus jardines, donde algunas veces se entretenía tirando. Era oportuno ejercitar el pulso; la pistola ofrece sorpresas. Luego desistió, por parecerle indigno el añadir estos preparativos á su evidente superioridad.

Va usted á conseguir que nos fusilen á todos. Y Simoulin dijo esto con tal expresión de angustia, que el comandante desistió de continuar. Pero el miedo sufrido hizo rencoroso al poeta. ¡Qué disparate! continuó diciendo . ¡Pero eso es una niñada sin objeto, impropia de su edad!... Y transcurrieron muchos días sin que el grande hombre le perdonase el susto pasado.

Saliéronle al encuentro los Paunacas, con señales de grande fiesta y amor, á que no pudo corresponder el santo varón sino con un semblante alegre y risueño, porque ni ellos entendían su lengua ni el Padre la de ellos, ni tenían intérprete por cuyo medio se pudiesen declarar: y así fué preciso trabajar más con las manos en obras de caridad, que con la lengua en la predicación; no obstante todo eso, por señas, y con tal cual palabra que entendieron, les explicó el fin de su venida; pero el enemigo infernal, por no llevar también aquí la peor parte, persuadió al pueblo despachasen los niños á otro lugar, para que el Padre Lucas no se los sacase de sus garras, reengendrándolos al cielo con el santo bautismo; por lo cual, con increíble dolor del santo varón, por no poder recoger allí el mejor y más seguro fruto de su Misión, quiso vengarse levantando una gran cruz delante de un templo del demonio, en lo cual trabajó no poco, porque se le opusieron obstinadamente aquellos bárbaros, y faltó poco para que no pusiesen en él las manos; pero el siervo de Dios, que nada deseaba más que ser muerto por Cristo, no desistió de su empeño, antes á su vista hizo pedazos pisó algunas figuras y retratos del demonio, con no poco horror de los gentiles, temiendo cayese sobre todos una tempestad de rayos y saetas.