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Por dicha, en lugar de acudir a la pistola para consolarse, ha echado mano del ponche, lo que si no es tan sentimental, es mucho más filosófico y alemán.

Desde allí se veían los mástiles entrecruzados de las fragatas y bergantines, de las goletas y pailebots. Había en el cuarto, en un armario, varios libros, y entre ellos el Diccionario filosófico de Voltaire. Este libro es mi amigo me dijo el viejo, señalándolo. ¿No es usted religioso? le pregunté yo. No, no. No creo en supersticiones.

En los grandes hombres solo nota las faltas, calla las virtudes, y si las nombra las envuelve en sátiras; y siendo así que mientras haya hombres ha de haber vicios y defectos, asido de estos pinta al género humano de peor condicion que las bestias, gobernándose por lo que vulgarmente es, sin enseñarle lo que debe ser. En todas sus obras no hay un discurso filosófico seguido.

Respecto al método crítico, que se adorna exclusivamente con el sonoro nombre de filosófico, y para el cual es la estética una parte de la lógica real absoluta, debo declarar la razón que me ha movido á no emplearlo. Esta obra mía, aunque escrita principalmente para Alemania, lo está también, sin embargo, para el público español, como consta del principio de este prólogo.

Segun Kant, la verdadera síntesis necesita reunion de cosas extrañas entre , y tan extrañas, que el lazo que las une es una especie de misterio, una x cuya determinacion es un gran problema filosófico.

Pensar que algún hombre moderno pudiera enmendar a aquellos maestros sublimes era demencia. ¿Cuál había sido el credo filosófico sobre el cual España fundara su envidiada grandeza? Aquél, y no otro... Ergo!

Era aquello un reflejo de las ideas comunes, el pensar general modificado y adulterado por mi cerebro enfermo. ¡Ay, qué malo me puse! Te digo que cuando inventé aquel sistema filosófico tan ridículo, estaba en el periodo peorcito. No me quiero acordar.

Esa es la política que persiste, que triunfa; puramente empírica y sentimental, personalista. Ni económica, ni social, ni científica. De palabras sonoras, de gestos teatrales, de declamaciones histriónicas, sin una idea económica, sin principio filosófico o propósito social que la determine.

No es un simple método filosófico, es la sumision voluntaria á una necesidad indeclinable de nuestra propia naturaleza; es la combinacion de la razon con el instinto, es la atencion simultánea á las diferentes voces que resuenan en el fondo de nuestro espíritu.

De El Diablo Cojuelo, única de las obras de Vélez que ha conservado para su nombre alguna parte de la amplia popularidad que disfrutó en vida, se han hecho en nuestros días, amén de tal cual edición corriente, dos eruditas y anotadas. Ambas se deben a la vasta cultura y harto probada laboriosidad de don Adolfo Bonilla y San Martín, ventajosamente conocido en el campo literario y en el filosófico.