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Muchas horas de la noche pasaba en su casa en tétrica conversación con las patas de las mesas, o bien escribiendo con mano temblona lo que, según él, le decían este y el otro espíritu; y aunque tales majaderías no agradaban mucho a D.ª Laura, por ser remachada católica, la bendita señora no le decía una palabra, ni trataba de arrancar de la mente de su hijo las telarañas de aquella ridícula doctrina.

El concepto de la glorificación de Dios por la anulación voluntaria del hombre, arrodillado ante su creador, de miedo a su creador, que es la idea madre subyacente en la ordenación católica del pensamiento humano, la que engendró el oscurantismo, el misticismo y el monasticismo sobre la abdicación de la razón, de la virilidad, de la voluntad y de la dignidad humanas, la que informa toda la conducta de la Iglesia en su guerra sin cuartel contra todos los progresos de la humanidad por iniciativa del hombre, ese principio fue el alma de las sociedades cristianas del pasado, fundadas sobre el derecho divino, fatalmente sectario, autoritario y absolutista.

Las cartas que acreditaban las cruces de Carlos III y de Isabel la Católica, concedidas por las regias personas después de sus visitas a la bodega de los Dupont, ocupaban las paredes más oscuras, encuadradas en marcos menos vistosos, con la modestia que el poder civil debe mostrar ante la representación de Dios; cediendo el sitio, como avergonzadas, a todos los títulos honoríficos inventados por la Iglesia, que habían llovido sobre don Pablo, sin que faltase uno.

Dijo una misa muy larga el cardenal narigudo, y luego los regentes tomaron juramento a los procuradores, diciéndoles: ¿Juráis conservar la religión católica? ¿Juráis conservar la integridad de la nación española? ¿Juráis conservar en el trono a nuestro amado rey D. Fernando? ¿Juráis desempeñar fielmente este cargo?, a lo cual ellos iban contestando que , que y que .

La Iglesia católica, que se titula universal, era cruel e inabordable para ellos en la isla, pagando su adhesión con hurañas repulsiones. Los hijos de los chuetas que deseaban ser curas no encontraban sitio en el Seminario.

Mucho de lo que dijo en el sermón era juicioso. Y si incurrió en exageraciones, bien yo por qué. La Reina Católica prohibiría sin duda la seda porque en su tiempo se entenderían las cosas de muy otra manera que en el día, y además porque la seda costaría entonces un ojo de la cara y arruinaría al país. En fin, yo no por qué prohibió la reina la seda. Acaso no sea verdad que la prohibiese.

Por tanto, como los godos no eran arrastrados en sus acciones por la intolerancia católica, sino por el deseo de la buena conservacion de sus conquistas, no habrian dejado caer en olvido á los hebreos á la hora de hacer el repartimiento de España, si estos hubieran vivido en gran número por las ciudades.

Mas Tom Sickles, arrebatada la cara de remolacha, hacía terribles visajes, como si llevase los caballos desbocados, mientras con suaves vibraciones de las riendas más y más los azuzaba. En la calle de Isabel la Católica, Tom Sickles hizo otro prodigio: coche y caballos quedaron parados en firme, de un golpe, ante la embajada alemana.

En lo tocante á superstición, declaro que no me explico que nos acuse de ella ningún cristiano de distinta iglesia que la católica. Libre es todo hombre de aceptar y creer por completo lo dogmático de nuestra religión, ó sólo una parte, modificándola algo ó no modificándola; pero desde el momento en que se cree una parte, no hay razón ni motivo para llamar supersticioso al que lo cree todo.

Por carta de la Reina Católica fecha en esta ciudad á 23 de Febrero se prohibió que nadie hiciese molinos de la forma que los había inventado Maestre Pedro Azlor físico de S. A. En 15 de Mayo de este año presentaron una petición al Cabildo de la ciudad Fr. Alonso de Medina y Fr.