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Estaban de buen humor y retozaban cambiando latigazos con los paños que tenían en la mano, corriendo en torno de la mesa y soltando sonoras carcajadas. La señora no podía escucharles porque estaba arriba. En esto apareció el loco en la puerta con una bandeja en la mano, la bandeja en que acostumbraba a transportar los mendrugos, como preciosa mercancía, a su habitación.

Levantó los ojos sin miedo alguno, riendo de estas palabras. El señor acostumbraba a engañarla con bromas inverosímiles. Bien decía su padre que los Febrer eran unos caballeros serios como jueces, pero de eterno buen humor. Iba a burlarse otra vez de ella, lo mismo que cuando le hablaba de la novia de barro guardada en su torre, que había estado esperándole miles de años...

¡Mira, hombre! acostumbraba a tutearme o a hablarme en impersonal en cuanto nos elevábamos un poco sobre el nivel de Tablanca . ¡Mira, Marcelo! ¿No jurarías que aquello que resplandece y flamea allá arriba, allá arriba, en aquel picacho, es la última de las luminarias con que el mundo festeja a su Creador mientras el sol anda apagado por los abismos de la noche? ¡Cosa buena! ¡Cosa grande!

También dice Palomino que retrató a Don Francisco de Quevedo «con los anteojos puestos como acostumbraba de ordinario a traer». A fines del siglo pasado, era este lienzo propiedad de Don Juan José López de Sedano, quien lo mandó grabar a Carmona para el Parnaso Español . Hoy se considera perdido, y como antigua copia el que posee el Duque de Wellington . ¡Lastima grande que no se conserve el original!

Acostumbraba a sentarse en una butaca, delante de la cual, con intención o sin ella, probablemente con intención, colocaba dos sillas de suerte que parecía estar detrás de una valla. Poco después de entrar los presbíteros y animarse la conversación, la condesa se dormía profundamente, y así estaba hasta las nueve en que las sotanas se despedían, por supuesto sin darle la mano.

Y deseó que se concluyese pronto la novena a fin de enterarse. Era noche cerrada cuando salieron de la iglesia. El joven forastero acostumbraba a esperar a doña Rosalía y su sobrina en el pórtico, ofrecerles agua bendita y acompañarlas a casa en unión de otras vecinas, lo cual le permitía emparejarse con su novia y sostener con ella conversación aparte.

No habría sucedido nada si todos los señores congregados en casa de las de Porreño hubieran procedido con la discreción que se acostumbraba en tales reuniones ilícitas cuando las sorprendía la justicia.

Al tiempo que el verdugo ya queria Quitarle la escalera, así hablaba: "Oid un poco ahora: yo solia Una oracion rezar, y acostumbraba Aquesto mucho tiempo cada dia, Y hoy, por mi desdicha, la olvidaba: Dejádmela decir:" mas no ha acabado, Cuando el sayon la escala le ha quitado.

Durante la guerra de la Independencia, el amo huía por miedo a las cóleras populares, dejando toda su fortuna confiada al compatriota, que era su servidor de confianza, y éste, en fuerza de dar gritos contra su país y vitorear a Fernando VII, conseguía que le respetasen y hacía prosperar los negocios de la bodega, que se acostumbraba a considerar como suya.

Conocemos dos manuscritos de dramas monásticos del año 815 , y las composiciones dramáticas en lenguaje frisón, que se atribuyen al abad Angilberto, contemporáneo de Carlomagno . En la biblioteca de Munich se conservan dos dramas acerca del nacimiento de Cristo , en versos latinos, pertenecientes á los siglos IX y XI, restos, al parecer, de los espectáculos que se acostumbraba representar en las iglesias la Noche-buena.