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-Eso es -dijo don Quijote- cuando no pueden más, o cuando están enamorados; y es tan verdad esto, que ha habido caballero que se ha estado sobre una peña, al sol y a la sombra, y a las inclemencias del cielo, dos años, sin que lo supiese su señora.

Su cara veíase surcada profundamente de grandes y rectas arrugas a través de su frente; era la fisonomía de un hombre que durante años había estado expuesto a los rigores e inclemencias del viento y del tiempo de diferentes climas. Después de saludarnos, se rió alegremente cuando le explicamos nuestra admiración por las casas viejas.

Pero vos sois un gentil mozo y tanto más me lo parecéis á por lo mismo que sois á la vez modesto y comedido. Fácil es ver también que no habéis pasado vuestros pocos años á la intemperie, sufriendo las inclemencias del frío en invierno y quemado por los rayos del sol en verano, como tuvo que sufrirlo mi pobre Frasquillo, y eso que no había cumplido los catorce cuando me lo llevó Dios.

Vamos, que parece mentira que ni por instinto de conservación se le haya ocurrido a usted una cosa tan hacedera y conveniente, y haya preferido entregarse atado de pies y manos a las inclemencias de su carcelero. Pero todavía no es tarde para subsanar esta equivocación.

Hay en el naturalismo de Dafnis y Cloe una condición sobrenatural ó fantástica que cambia su condición. El dios Amor, el dios Pan y las Ninfas, por no interrumpida serie de milagros, conservan inocentes á los dos partorcillos, hacen que se amen, los dotan de hermosura más que humana, que no marchitan las inclemencias del cielo: ni los vientos, ni el sol, ni el calor, ni el frío.

¿Y no tiene la clave? sonrió el viejo marino, de rostro endurecido por las inclemencias del mar. ¡Ninguna... salvo que la clave esté oculta dentro de esa rima! exclamé, ocurriéndoseme, por primera vez, este extraño y rápido pensamiento. Y de nuevo repetí en alta voz la copla. Mi corazón dio un salto. ¿Sería posible que arreglando las cartas en el orden siguiente pudiera leerse el registro?

Ni los soles, ni los aires, ni todas las inclemencias del cielo, a quien más que otras gentes están sujetos los gitanos, pudieron deslustrar su rostro ni curtir las manos; y lo que es más, que la crianza tosca en que se criaba no descubría en ella sino ser nacida de mayores prendas que de gitana, porque era en extremo cortés y bien razonada.

Subía enero su cuesta invernal, desbordado en inclemencias, con los vientos desmelenados y las aguas roncas y turbias, borbollantes, fuera de sus cauces rotos... Subía, espantoso y fiero, con una nube torva en la frente y las recias abarcas chocleando sobre los lodazales del camino.

Nuestros generales, por último, se alegrarán más aún, porque tendrán ocasión de mostrar lo que valen, en vez de jugar al escondite con enemigos que se ocultan y de sacrificar á sus soldados, no por exponerlos á las balas de esos enemigos y á sus celadas y sorpresas, sino por las inclemencias y las fiebres de un clima mortífero para ellos.

Yo penetré el movimiento de los hombres en sus calles estrechas, las pasiones que encierran los palacios y los conventillos, los intereses que se juegan diariamente desde la Bolsa a los mercados, y, nacido en las más humildes esferas, ascendí peldaño a peldaño la larga escala social, tendida entre el humilde vigilante, que, parado en una esquina, expuesto a las inclemencias del tiempo, ignora todo lo que no se relacione con el pequeño radio puesto a su cuidado, y apenas sospecha los sucesos de más volumen que ocurren fuera de su parada y la vida turbulenta y accidentada de los hombres de mundo.