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Al final del primer acto se enronquecen; al segundo, han perdido la voz; antes del final, tienen que huir... Y lo mismo se encuentran talentos frágiles en todas las artes: talentos en capullo que no se abren nunca, que carecen de vigor para abrirse y se marchitan y mueren. Ojeda asintió con movimientos de cabeza.

En seguida, por entretenerme o por consolarme, comenzó a hablarme de la vida de ciertas flores..., el cuento de siempre: unas hojas, muy frescas ayer, que hoy se contraen y marchitan de repente; un tallo muy erguido que se encorva de pronto bajo el peso de la flor..., y una ráfaga insana que la tocó al pasar, o un insectillo impalpable que mordió la raíz.

A las causas generales que marchitan y secan en flor semejantes inclinaciones, debe agregarse en este caso la poca conformidad de los caracteres. Manolito, si bien de rostro expresivo y hasta hermoso, era travieso, ruidoso, pendenciero e insolente. Una buena cualidad se reconocía en él: la de no ser rencoroso. Marta era apacible, callada, firme, circunspecta y reservada.

Hay en el naturalismo de Dafnis y Cloe una condición sobrenatural ó fantástica que cambia su condición. El dios Amor, el dios Pan y las Ninfas, por no interrumpida serie de milagros, conservan inocentes á los dos partorcillos, hacen que se amen, los dotan de hermosura más que humana, que no marchitan las inclemencias del cielo: ni los vientos, ni el sol, ni el calor, ni el frío.

Bien pronto observa, oye, juzga; poco después su imaginación se extingue, sus ilusiones se marchitan, su esfera de acción se limita, lo mismo que sus relaciones, hasta el instante en que una experiencia dolorosa brilla a sus ojos, como una antorcha encendida sobre las tumbas, y acaba de iluminarle sobre su insignificancia.

Parecía tener esa edad de la rosa en que unas cuantas horas más marchitan la fragancia y ajan la lozanía. Estaba hermosa, y más que hermosa seductora; pero los ojos, la actitud, la voz, acusaban un desaliento amargo. Nadie hubiera podido averiguar si aquella laxitud era la huella pasajera de los placeres de una noche, o la marca indeleble de los sufrimientos del espíritu.

Era un invernáculo de supersticiones, a cargo y beneficio de un sembrador y cultivador oficial de los terrores ancestrales que marchitan la alegría de vivir en el niño y el buen humor en el adulto, para salvarles el alma. Particularmente de noche, todos los incidentes insólitos eran atribuidos a las potencias diabólicas.

Tristán, muy pálido también, quedó unos instantes silencioso y al cabo dijo haciendo visibles esfuerzos para hablar con calma: Es inútil que hablemos más. Todas las cosas tienen un término triste en este mundo y la amistad es de las que primero se marchitan.

Situada entre los repliegues de una cordillera, en valle pintoresco y dilatado, circundada de risueñas colinas y de montes altísimos, Villaverde, como la isla de Calipso, goza de una constante primavera. No agotan calores estivales la mullida grama de sus dehesas, ni los vientos glaciales del Citlaltépetl marchitan la exuberante lozanía de sus florestas.

En efecto, ahora acabo de conocer que todos los contentos desta vida pasan como sombra y sueño, o se marchitan como la flor del campo. ¡Oh desdichado Montesinos! ¡Oh mal ferido Durandarte! ¡Oh sin ventura Belerma! ¡Oh lloroso Guadiana, y vosotras sin dicha ijas de Ruidera, que mostráis en vuestras aguas las que lloraron vuestros hermosos ojos!