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Hacia la parte opuesta, veíase una alcoba profunda cubierta de almohadas, para saborear la languidez que sucede a los baños. Pero no era la ancha pila cavada en el centro de la estancia y revestida de mármol, ni los cristales en forma de estrellas, ni los almadraques de terciopelo y de brocado lo que el mancebo observó con avidez sino la desnuda belleza de una joven sumergida en el agua.

Por dentro era muy distinta. El patio magnífico, con arquería de mármol primorosamente labrada: en el centro había un jardincito y por entre el follaje veíase blanquear una fuente monumental de mármol y se escuchaba el rumor del agua. Por una puerta de cristales columbrábase, tras larga y oscura galería, otro patio y jardín.

Veíase en el mismo escenario una montaña elevada de 80 pies de circunferencia y abierta por el centro.

Escuchó unos instantes, hasta que el ruido de los pasos dejó de percibirse, y cerró la puerta, que había quedado abierta. Luego se dirigió al salón, encendió las luces y comenzó a pasearse de una esquina a otra con las manos en los bolsillos. Un frío cortante como una espada entraba en su corazón. Veíase solo, y con profundo estupor se daba cuenta de que todo había concluido para él.

Sin embargo, diseminadas aquí y allá, orando prosternadas frente a los altares con la cabeza cubierta, veíase algunas mujeres; otras se arrimaban a las ventanillas enrejadas de los confesonarios y extendían la mantilla por ambos lados de la cara para depositar con un cuchicheo imperceptible sus pecados en el sagrado tribunal de la penitencia.

Veíase demasiado la trampa; pretendían comprometerme en un negocio puerco. ¡No iban a ir con semejantes destinos a un imbécil como yo...! EL JUEZ. ¡Justo!

Veíase obligada a escuchar sus alegres exclamaciones, sus comentarios satíricos, sus crueles chanzonetas sobre aquel billete sin firma, cuyo autor no conocían, pero que se proponían insertar al día siguiente en un periódico, como modelo del estilo epistolar de las Sevigné del coro de baile.

¡Luego era verdad!... Ese hombre que, de hacía tantos años, fuera el pensamiento de su pensamiento, la vida de su vida, había contra toda vislumbre de esperanza pedido al fin su mano, esa amante mano a quien tardaba posarse en la de él; y ella veíase forzada a rehusársela so pena de faltar a deberes sagrados de conciencia y de honor, a deberes sagrados no sólo ante ella misma sino también ante su propio amado.

Veíase, en primer término, una voluminosa cómoda, compuesta de seis enormes gavetas con sus labores de talla junto á las cerraduras, y algunas incrustaciones un poco carcomidas; encima un mueble decorativo bastante viejo, que representaba una figura de Parca con una de las manos alzada en actitud de sostener algo; pero en lugar del reloj que en otro tiempo cargaba, sostenía en tiempo de Clara una caja forrada en papeles de color, la cual debía guardar utensilios de labor femenina.

Reginaldo veíase obligado algunas veces a quedarse en la ciudad por las exigencias de su negocio; de modo que frecuentemente residía solo en la vieja casa revestida de verde hiedra, teniendo a mi lado a Glave, mi sirviente, para que me atendiera.