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De esta elegía ha dicho Lord Byron, que su autor seria el primer poeta inglés, sino hubiese escrito otra cosa. Traducida á todos los idiomas vivos, su celebridad ha ido creciendo con el tiempo.

No voy á dilucidar aquí si algunas poesías compuestas en España, aunque en lengua arábiga y por muslimes españoles, pudieron ejercer influjo en la poesía castellana; si los cristianos conocían dichas poesías arábigas; si varios romances, como el de la pérdida de Valencia, fueron traducidos ó imitados del árabe; si el arcipreste de Hita, ya en el fondo, ya en la forma, imitó cantares moriscos; y si la elegía de Abul-Beka de Ronda, en su primera parte, fué uno de los modelos que tuvo presente Jorge Manrique cuando compuso sus admirables coplas.

Con mucha frecuencia daba a su marido el espectáculo de sus apartes misteriosos con el señor de Sontis; elegía indiscretamente el momento en que su marido atravesaba el patio, para arrojar por la ventana alguna flor de su corpino al oficial de cazadores; quedábase atrás con él, en los paseos a caballo, perdíase en el bosque, y no volvía hasta el caer de la noche en momento en que el barón empezaba a impacientarse, cuando no a inquietarse.

A este famoso maestro, en cuya escuela recibió parte de su instrucción literaria, se le encargó que escribiese las poesías para llorar la muerte de Isabel de Valois, en cuyo trabajo le ayudó su discípulo. Al describir estas exequias, alaba el maestro á Cervantes, autor de un soneto, una elegía y algunas redondillas, y le llama su querido y amado discípulo. Tenía entonces veintiún años.

Elegía de un hombre inverosímil ¿CONOC

Y también, en distintas ocasiones, la égloga A la primavera, la elegía A la muerte de una niña, y otras. Pero el principal trabajo literario que hice en Alicante fue el romance histórico don Jaime el Conquistador, que obtuvo el primer premio, consistente en una pluma de oro y plata, en el certamen poético celebrado en Mayo de 1876.

Cantaba con voz de tiple, de tenor, de barítono y bajo, y se sabía que proyectaba figuras en la pared con la sombra de las manos de modo maravilloso. Finalmente, era un prestidigitador consumado. A ruego de varias muchachas, hizo algunos juegos de manos que produjeron entusiasmo en los invitados. Claro está que para efectuarlos necesitaba ayudantes. Grass los elegía entre las jóvenes más lindas.

Me encargaba que diese diez mil reales a la mujer que le había salvado y cuidado, sin tener la menor idea de quién podría ser, porque su traje, cuando lo descubrieron, era el mismo con que su madre lo parió. La recompensa era, como veis, decente; porque es menester ser justos; nadie puede negar que los ingleses son generosos. Pero aquí viene Polo con una elegía en los ojos. El príncipe me aguarda.

»En efecto, veíamos a Carlos casi diariamente; pero, fiel a su promesa, elegía las horas en que mi esposo estaba en casa; y nadie, excepto yo, podía adivinar lo que sufría su corazón. Nunca me dirigió una palabra, una mirada de amor; pero la intensa emoción que le devoraba poníase de manifiesto en sus ojos, y una mirada mía le decía con frecuencia que comprendía sus sufrimientos y su abnegación.

En el Congreso de Diputados, poco menos; y tomando motivo de estos actos, nuevos ditirambos de la prensa periódica al «llorado prócer». Por último, su retrato en la primera plana de La Ilustración, con la correspondiente biografía un poco más adentro... y una elegía elegantemente triste del poeta Aljófar.