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La joven sollozaba; Hullin no pudo resistir más y preguntó: ¿Pero es cierto que la señora Lefèvre consiente? ¡Ah, ! ¡Ah, ! Me lo ha dicho ella misma; me ha dicho: «Procura convencer a papá Juan Claudio; por mi parte, no deseo otra cosa; estoy muy contenta.» ¡Pues!... ¿Cómo voy a defenderme contra vosotros dos?; vendrás con nosotros; quedamos conformes. Un grito de alegría resonó en la casuca.

El camarón dio una vuelta en redondo, que le sacó al agua espuma, y se fue sobre Loppi, con las bocas abiertas: ¡A tu rincón, imbécil, a tu rincón! ¡los maridos cobardes hacen a las mujeres locas! ¡abajo el palacio, abajo el castillo, abajo la corona! ¡A tu casuca con tu mujer, marido cobarde! ¡A tu casuca con el morral vacío!

Era, por prestigio o metamorfosis, la encarnación humana de aquella ictérica casuca de la Rúa Ruera, en donde el pintor Lirio calculaba que no podía por menos de vivir un prestamista.

A la hora de mediodia se presentó el ermitaño á la puerta de una casuca muy mezquina, donde vivia un rico avariento, y pidió que le hospedaran por pocas lloras. Recibióle con áspero rostro un criado viejo mal vestido, y llevó á Zadig con el ermitaño á la caballeriza, donde les sirviéron unas aceytunas podridas, un poco de pan bazo, y de vino avinagrado.

Ahora, pues, previa tu indulgencia por estas digresiones, y suponiéndote orientado en el terreno de nuestros personajes, voy á tratar del verdadero asunto de mi cuadro. Hace pocos días empezó á llamarme la atención el aspecto que presentaba la casuca de enfrente. La buhardilla del Tuerto apenas se abría, ni en ella se escuchaban las risas, los lloros y los golpes de costumbre.

Más bien parece la casuca de un aldeano, conociéndose únicamente su sagrado destino en la cruz que corona el tejadillo del pórtico. La impresión es de melancolía y humedad, el atrio herboso está a todas horas, aun a las meridianas, muy salpicado y como empapado de rocío.

El cielo está radiante, limpio, diáfano; brilla el sol en vívidas y confortadoras ondas; un gallo canta lejano con un cacareo fino y metálico; se desgranan en el silencio, una a una, las campanadas de una hora... Son las once. Avanzo por una calle de terreras viviendas, rebozadas de cal; llego a una espaciosa plaza; me detengo ante una casuca inquietadora.

Indudablemente pasaba algo grave en aquella vecindad. Un tanto preocupado con esta idea, puse toda mi atención en la casuca con el objeto de adquirir la verdad.

Por aquel lado las casas están contiguas al camino en línea casi continua, y las queseras se esparcen como rocas grises en los altos pastos. Sobre la vertiente fría que está enfrente sólo se ve alguna casuca albergada en los pliegues de un barranco.

Indudablemente pasaba algo grave en aquella vecindad. Un tanto preocupado con esta idea, puse toda mi atención en la casuca con el objeto de adquirir la verdad.