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Se incorpora entonces y lanza una mirada del lado de la puerta. Me has encerrado, ¿no es verdad? dice con una nueva explosión de risa, que penetra a Martín hasta los tuétanos. . ¿Quieres, pues arrastrarme contigo como un criminal? ¡Juan! Eres, en efecto, el más fuerte. Pero te declaro una cosa; que no soy tan débil que no pueda defenderme.

Verdad es que este tirano Ha procurado vencerme; Yo he sabido defenderme Con un valor más que humano; Y puedes estar ufano De que he de perder la vida Primero que este homicida Llegue a triunfar de mi honor, Aunque con tanto rigor Aquí me tiene escondida. NU

Me pareció leer un poco de despecho en los ojos de Luciana; y como todo lo que atestigua el amor gusta al que ama, aquel despecho me resultó agradable. La Condesa Vannier creyó que debía defenderme y habló de misión de confianza, de joven doncella sin protector, de lealtad, de delicadeza, de honor y otros lugares comunes, que todo el mundo tenía en la mente antes de que ella los dijese.

Hasta que no pude más estuve arreando leña detrás del palacio del capitán, y cuando ya me vi cercado por más de treinta salté la cerca de la Pedrosa y me metí en la vega. El palo se me había roto en dos cachos sobre la mollera de Firmo de Rivota y tuve que sacar un bárgano de la sebe para defenderme.

La zurra continuó en la forma siguiente: yo caminando a la cocina, lloroso y avergonzado, después de arriada la bandera de mi dignidad, y sin pensar en defenderme contra tan superior enemigo; Doña Francisca detrás dándome caza y poniendo a prueba mi pescuezo con los repetidos golpes de su mano. En la cocina eché el ancla, lloroso, considerando cuán mal había concluido mi combate naval.

»Entre tanto, iba agotándose el caudal de pensamientos que cabían en mi cabeza, y a cuyo amparo acudía para defenderme del que tanto me espantaba y más me perseguía cuanto mayores eran mis mortificaciones... y más largas las ausencias de Guzmán. ¡Tal despilfarro hacía yo de ellos, sobre todo en las largas horas de mis desvelos!

Pues yo también lo creí; yo también creí que era una santa; pero ya no lo creo. ¡Ah! exclamó Lázaro: yo no necesito que nadie me diga lo que usted es para saberlo. Yo mismo lo he comprendido. Cuando una criatura tan perfecta ha descendido hasta para defenderme y disculpar mis faltas, es indudable que no es como los demás.

Dos fortunas, señor, y sólo por necesidad me veo obligado a defenderme. Y cuando don Eleazar llegaba al fin de su discurso, abría su caja de rapé, invitaba a su interlocutor, y en seguida sacaba de sus profundas faltriqueras un largo pañuelo de la India con el cual se sonaba las narices y se cubría el rostro, para hacer más expresivas sus lamentaciones.

¡Medrado estaba el Gobierno entonces, amigo mío!... ¡Cómo se conoce que usted es nuevo en la casa! Todo eso es verdad; pero yo tendré que defenderme. ¡No, señor! Eso sería dar importancia a un asunto que no la tiene. La comisión se basta y se sobra para dejarle a usted en buen lugar.... Para que usted debute, ya le buscaremos un motivo verdaderamente digno de su carácter y de su talento.

27 Porque fuera de razón me parece enviar un preso, y no señalar las causas. 2 Acerca de todas las cosas de que soy acusado por los judíos, oh rey Agripa, me tengo por bienaventurado de que haya hoy de defenderme delante de ti; 3 mayormente sabiendo todas las costumbres y cuestiones que hay entre los judíos, por lo cual te ruego que me oigas con paciencia.