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Eran las encapilladuras de lo más sencillo y tesábanse los obenques con bigotes y acolladores. El modelo del Museo naval y las esculturas de la iglesia de Burgos ofrecen enseñanza de estos particulares así como de todos los de arboladura, aparejo y maniobra de modo que no es necesario discurrirlos.

Entre ellas las hay de excepcional testimonio; ejemplo la de Juan de la Cosa, maestre y piloto de Colón en los dos primeros viajes y justamente propietario de la genuina nao Santa María. Trazó esta carta ó mapamundi en el Puerto de Santa María el año 1500; ahora se custodia en el Museo naval por monumento geográfico.

Llevaban guindaste al pie del palo mayor con su correspondiente cabillero y cornamusas para afirmar los cabos de maniobra. En el Museo naval existe un modelo de nave, de autenticidad garantida, con firma del año 1523 y en él se han estudiado estos y otros muchos detalles que no es posible apreciar en los dibujos y que por insignificantes omiten los tratadistas de construcción naval.

Sucédele así lo que a aquel loro, de quien cuenta Jouy que habiendo escapado con vida de una batalla naval, a que se halló casualmente, quedó para toda su vida repitiendo, lleno de terror, el cañoneo que había oído: ¡pum, pum, pum! sin nunca salir de esto. El ministerial no sabe más que este cañoneo: «La España no está madura. No es oportuno. Pido la palabra en contra.

Al dia siguiente, entre 10 y 12 de la mañana, se reanudó la conferencia, manifestando el Cónsul Mister Pratt que el Almirante había contestado acerca de mis deseos =que, Estados Unidos por lo menos reconocería la Independencia de Filipinas bajo protectorado naval y que no había necesidad de documentar éste convenio, porque las palabras del Almirante y del Cónsul Americano eran sagradas y se cumplirían, no siendo semejantes á las de los Españoles=, añadiendo por último, que, =el Gobierno de Norte América era un Gobierno muy honrado, muy justo y muy poderoso=.

Marcial había navegado en el Conde de Regla, en el San Joaquín, en el Real Carlos, en el Trinidad, y en otros heroicos y desgraciados barcos que, al parecer derrotados con honra o destruidos con alevosía, sumergieron con sus viejas tablas el poderío naval de España.

Compusiéronla, el Capitán de navío D. Cesáreo Fernández Duro, Presidente, el Teniente de navío de 1.ª clase y oficial de Secretaría del Ministerio D. Francisco Cardona, el restaurador del Museo naval D. Rafael Monleón y el Contador de navío D. Francisco Gómez Súnico, Secretario, y designóse al ingeniero jefe de 2.ª clase D. Leopoldo Puente para dirigir la construcción.

En esta capilla está el altar del Rosario, erigido inmediatamente despues de la célebre batalla naval de Lepanto; está rodeado de cuadros y estatuas maravillosas, las paredes que rodean el altar están elegantemente vestidas de bajos relieves admirables, con estatuas de Torreti, maestro que fué de Canova: las tres naves del templo son altísimas.

Nombraba turcos, galeones y capitanes, todos los que había leído en unas coplas que andaban de esto; y como él no sabía nada de mar, porque no tenía de naval más del comer nabos, dijo, contando la batalla que había vencido el señor don Juan en Lepanto, que aquel Lepanto fue un moro muy bravo, como no sabía el pobrete que era nombre del mar. Pasábamos con él lindos ratos.

En el puerto, los pescadores, disfrazados de musulmanes y de guerreros cristianos, fingían a trabucazos y estocadas sobre sus pobres barcas una batalla naval, o se perseguían por los caminos inmediatos a la costa.