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Los frecuentes y largos paseos de Beatriz en la avenida de los arrayanes le parecieron equívocos, conjeturando que sus cartas habrían de cambiarse por cima del poco elevado muro que cercaba el jardín de la parte del camino; pero su vigilancia en aquellos contornos resultó baldía. ¿Se escribirían sencillamente por el correo?

Como la excursión me resultó muy entretenida y también muy provechosa, porque me dio buen apetito y mejor sueño, al día siguiente la repetí, aunque por distinto lado de la montaña, pero sin extender mucho más que en la anterior el radio de mis valentías, porque el teatro de mis experiencias era vastísimo, y el aprendizaje muy duro de pelar.

También se atrevió Leto a preguntárselo, caminando ya los dos hacia el muelle; y resultó que Nieves y su padre, después de dar un largo paseo en dirección a la mina, se habían sentado a leer en la Glorieta: don Alejandro un periódico, y ella aquel libro que traía debajo del brazo; don Alejandro se cansó muy pronto de leer, y se volvió a casa con propósito de destinar toda la mañana a despachar su correspondencia atrasada; ella se quedó leyendo, y advirtió a su padre que pensaba darse después una vuelta por el Miradorio, como hacía muchas veces.

Hecha cata y cala de los botes, fendientes, estocadas, tajos y mandobles de la revuelta, resultó como casi siempre, ser mayor la salva que el provecho; quiero decir que todo se redujo a no muchos levantes de espadas y a cuatro abolladuras de cabeza.

Pero en los golpes de aquella noche había algo que los distinguía de los golpes de otras veces, oídos por sin alarma. Podía ser esto verdad, o producto de una alucinación mía; pero yo, en la duda, me atuve a lo primero y me levanté de un salto, encendí la bujía, me vestí en el aire y acudí a la llamada. Y resultó lo que yo me temía.

Resultó de ello que Amaury, criado junto a Magdalena, que era casi de su edad, se había acostumbrado a querer entrañablemente y con amor más que fraternal, a la que le miraba como un hermano. Así, ambos concibieron desde niños, en la sencillez de su alma inocente y en la pureza de su corazón, el proyecto halagador de no separarse nunca.

Le dio la mano y se despidió. No hizo caso de la juiciosa advertencia. Pocos días después aparecía en El Independiente el primer artículo de la serie de tres que dedicaba al estudio de la obra poética de Rojas. Aunque hizo lo posible por moderarse y de buena fe pensó haberlo logrado, el estudio resultó un ataque violento que dejó estupefacto al mundo literario.

Clementina también le dió un apretón de manos, más alegre al ver lo bien y dignamente que salía del paso, que satisfecha en su orgullo. La verdad es que en aquella ocasión sintió hacia él lo que nunca más volvió a sentir, una migaja de amor. Si hubo humillación en semejante escena resultó para ella, por la frescura y el aplomo desdeñoso con que su novio la llevó a término. Pero no importa.

Rogeria deja su sexo en el lugar que le corresponde, hiriendo al amigo Mahometo que no le quedan ganas de andar en tratos con princesas. La parte que llamaríamos de exposición de la obra, lo era, en efecto, en la que se representaba, y tan lo era, que en uno de los ejércitos resultó un estacazo tan realista que tuvieron que dar dos puntos en la cabeza á un moro.

Quedamos, pues, en que la Juana y la niña van muy bien, aunque pudieran ir mejor; y Belarmino no puede ir mejor, aunque no oiga misa. Y el voluminoso fraile se levantó de un asiento que antes se creyera que era un butacón, ya que el Padre lo llenaba de brazo a brazo; pero, así que se hubo levantado, resultó ser un sofá, y no de los pequeños. Belarmino no podía ir mejor.