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Pero si ella no sabía sondear ánimos de nadie... El único medio de que se hubiera valido para averiguarlo era preguntárselo sencillamente, y á esto no se atrevía. Aún hubo más. Por la triste calle de Válgame Dios solía pasar una ramilletera, que en su cesta llevaba algunos manojos de claveles, dos decenas de rosas y muchas, muchísimas violetas.

¿Y la duquesa sabe algo? No, no cómo decírselo... Quería preguntárselo a Honorina... ¡Ea! ¡Que se vaya al diablo Honorina! Es lo que yo digo. Llamaron al barón para el whist y respondió, sin levantarse, que estaba ocupado, rogando a un amigo que tomase su puesto. Quería acabar la confesión, pero el duque le interrumpió diciéndole con voz ronca: Tengo hambre. Aun no he comido hoy. ¿De veras?

«Estaba frente a , y su mirada era triste e incierta, no sabiendo sin duda cómo darme cuenta de su próxima partida. Fui en su auxilio, y tendiéndole la mano le dije: «Perdóneme usted, Carlos; perdone una culpable indiscreción de que me acuso. Quería, sin preguntárselo, saber su secreto; lo he escuchado.

Zakunine no lo había explicado, ni él había pensado en preguntárselo. ¿Había fallecido de muerte natural, o violentamente? ¿Se había matado, o como Alejo Petrovich, y antes que él, había vuelto a Rusia con el objeto de hacerse condenar allí? ¿Había aludido a ella el Príncipe al decir que quería seguir un ejemplo que para él era una advertencia?

¡Vaya usted á preguntárselo! ¿La ha obligado á acompañarla? ¡Obligado! exclamó Bobart. ¿Cómo es eso posible? ¿Por qué no robado á la fuerza? ¡En medio de quinientas personas! ¡No, no! La señora de Aubry ha seguido á su tía de buen grado.... La señorita Guichard la ha ilustrado acerca del aspecto moral del acto que iba á cometer.

También se atrevió Leto a preguntárselo, caminando ya los dos hacia el muelle; y resultó que Nieves y su padre, después de dar un largo paseo en dirección a la mina, se habían sentado a leer en la Glorieta: don Alejandro un periódico, y ella aquel libro que traía debajo del brazo; don Alejandro se cansó muy pronto de leer, y se volvió a casa con propósito de destinar toda la mañana a despachar su correspondencia atrasada; ella se quedó leyendo, y advirtió a su padre que pensaba darse después una vuelta por el Miradorio, como hacía muchas veces.

, pero Agapo no sabía la razón, él no había de preguntárselo. ¡Quién sabe las penas que sufriría la pobre tía! ¡si ella, pudiera! ¡cómo no consolarla, si le era tan simpática! Entonces, la idea del cisma que la separaba de aquella familia hacía nublar su dulce mirada.

Oye, dijo la del Banco, volviéndose de repente a la Regenta ¿quién será esa cadena? ¿Qué cadena? preguntó con voz temblorosa Anita. Bah, la que sujeta a Mesía, la mujer que le tiene enamorado de veras. ¡Ah, infame! quien tal hizo que tal pague.... Pero ¿quién será? Qué... yo... ¿Te atreverías a preguntárselo? Dios me libre. Debe de ser casada... ¡Jesús!

Preguntárselo a Santa Rita, que era tan seriota, sin embargo, y a Santa Clara, tan punto y coma en todos sus deberes, y a la misma Magdalena, que de tanto andar en el mundo, estaba, ya curada de espantos.

Durante su campaña prolífica, desde el 38 al 60, acontecía que a los cuatro o cinco meses de haber dado a luz, ya estaba otra vez en cinta. Barbarita no se tomaba el trabajo de preguntárselo, y lo daba por hecho. «Ahora le decía , vas a tener un muchacho». Y la otra, enojada, echando pestes contra su fecundidad, respondía: «Varón o hembra, estos regalos debieran ser para ti.