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Solía proseguir de esta manera en voz baja hasta que Juan se echaba como un loco por la escalera abajo, y entrando en la sala común pedía licores que no bebía, encendía cigarros que no fumaba, hablaba con hombres a quienes no escuchaba, y su conducta era, en una palabra, la que es propia del sexo fuerte en períodos de prueba y de tribulación.

Mientras tanto el P. Norberto estaba sorprendido y confuso por las inusitadas atenciones de que era objeto por parte de Cándida. El pobre no estaba acostumbrado a que se las prodigasen. El bello sexo de Peñascosa le profesaba cierto desdén compasivo. Teníasele por un sacerdote virtuoso, pero de muy cortos alcances.

Llegaba tarde al paseo, daba tres o cuatro vueltas, y cuando ya se sentía bastante envidiada, a casa, sin dignarse jamás pasar los ojos sobre ningún individuo del sexo fuerte en estado de merecer. Los vetustenses llegaron a mirarla como un maniquí cargado de artículos de moda, que sólo divertía a las señoritas. «Era una gran proporción» en quien no había que pensar.

El piadoso y malhablado Caragòl no designaba á la mujer por entero, circunscribiéndose á nombrar la parte más interesante de su sexo; pero la maldición era la misma. Ferragut había encontrado la mujer «arreglada á su gusto» y era esclavo para siempre de su suerte.

Se hacía agradable a sus clientes del bello sexo con la imparcialidad de un hombre de su posición, y en todas partes era el bien venido en su calidad de doctor por derecho hereditario.

Señora, honran sobre manera a su sexo, pero es preciso también considerar los sentimientos, la situación de una madre, y, al propio tiempo, mi misma situación. El coronel hizo aquí una pausa y, sacando un pañuelo blanco, lo pasó descuidadamente sobre su pecho y luego se sonrió cínicamente a través de sus bordados pliegues.

Era tan horrible lo que iba a suceder, y tan lúgubres los preparativos del suceso, que, más por huir la tristeza que por amor al bello sexo, aunque no dejo de profesarlo, me coloqué debajo de uno de los balcones y me puse a mirar a cierta rubia, que no pagó verdaderamente mi atención dicho sea en honor suyo. ¡Por qué había de mirarme, cuando ni siquiera me iban a dar garrote!

Desde San Pablo... Pero no anticipemos. En aquellos abominables tiempos de matrimonio forzoso, las leyes que regían los bienes agravaban todavía la dependencia de la mujer. Aquellas leyes, fieles reflejos del pensamiento antiguo, multiplicaban las trabas en torno del sexo débil y acentuaban en él la creencia en la necesidad absoluta del matrimonio.

Ó representacion y descripcion de los movimientos gimnásticos, que, no exigiendo ningun aparato para su ejecucion, pueden practicarse en todas partes y por toda clase de personas de uno y otro sexo; seguido de sus aplicaciones á diversas enfermedades, por D. G. M. SCHREBER; vertido del aleman por H. VAN-OORDT: y traducido al castellano, y considerablemente aumentado, por D. E. S. O. Tercera edicion.

Poseía dicen sus contemporáneos, una habilidad extraordinaria para disfrazarse; los trajes varoniles, especialmente, vestíalos á maravilla, y movíase dentro de ellos con tanto aplomo y desenvoltura, que el sexo desaparecía por completo en aquella mujer, tan mujer y tan linda.