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Entonces se fijó en la mujer inmóvil, que parecía esperarle con su esbelta rigidez y sus ojos de vaga mirada, como empañados por lágrimas. Era un artístico maniquí que guardaba cierta semejanza con Enriqueta. La servía para poder contemplar mejor aquellas novedades que continuamente recibía de París.

En el escaparate central estaba la muestra de la casa, lo que había hecho famoso al establecimiento: un maniquí vestido de labradora, con tres rosas en la mano, que al través del vidrio, mirando a los transeúntes con ojos cristalinos, les enviaba la sonrisa de su rostro de cera, punteado por las huellas de cien generaciones de moscas. Doña Manuela entró en la tienda.

Miró Mochi a Reyes... y Reyes, poniéndose muy colorado, sacudió su hermosa cabellera con movimientos de maniquí, y se fue a su casa... impregnado del ideal. Por la noche Emma le echó del seno del hogar por algunas horas, y Bonifacio volvió al ensayo.

Aquel hermoso pájaro sin seso levantó el vuelo para siempre acariciando con los ojos el maniquí de eterna sonrisa y mirada vidriosa; el ídolo del lujo, que erguía cerca del balcón su cabeza hueca, sobre la cual, con infernal fulgor, centelleaban los brillantes, heridos por la azulada luz del alba. La paella del «roder»

¡Ana, sube, anda, tonta! gritó la viuda mientras devoraba a la Regenta con los ojos de pies a cabeza. Para Obdulia las demás mujeres no tenían más valor que el de un maniquí de colgar vestidos; para trapos ellas; para todo lo demás, los hombres. Ana se excusó otra vez; tenía que hacer. Saludó con graciosa sonrisa y siguió adelante.

González era el leader de la minoría municipal, y Ramoncito le tenía en el fondo del alma una gran veneración. ¡Anda, anda! ¡si querrás negarme que González te maneja como un maniquí! ¡Estaríais buenos los disidentes si no fuese por él! Ramoncito recobró súbito el uso de la palabra, y tan plenamente que pronunció más de mil en pocos minutos, con ímpetu feroz, soltando espumarajos de cólera.

Había vestido un maniquí con frac y tricornio para espantarlos; pero estos desvergonzados volátiles se posaron á su lado sin temor alguno, comieron tranquilamente la semilla y llevaron su osadía hasta picotear el tricornio del maniquí. Tal desprecio había llegado á lo más vivo á D. Félix.

Rechazó como debía aquella absurda especie del maniquí y explicó cumplidamente la significación que González tenía dentro del municipio y la posición que él mismo ocupaba. Pero lo hizo con tal exaltación y ademanes tan descompuestos que las damas le contemplaban sorprendidas y risueñas.

Entré en las Galerías Wilson, donde alcancé un gran éxito como maniquí. Exhibía durante el día hermosos vestidos. Y le advierto que soy una plástica estupenda. ¡Puede usted creerlo...! JESSY. Era muy dichosa; pero no lo sabía, y por eso me juzgaba muy desdichada.

Ocho días duró la congestión pulmonar, y cuando Duhamel ordenó a Pilar levantarse, porque la cama acrecentaba el recargo y agotaba sus fuerzas, era aquella criatura un espectro; a los caracteres asaz tristes de la anemia, se unían ahora otros más alarmantes. Al vestirse, sus miembros no sostenían la ropa, que se escapaba del cuerpo como de un maniquí mal relleno.