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Estos vagos terrores, unidos al residuo de vergüenza que le quedaba, fomentaban su irritación contra Raimundo. Su carácter violento, caprichoso, despótico, se alteraba con aquel obstáculo imprevisto. Ni siquiera había reparado bien en la fisonomía del joven. Le odiaba sin dignarse hacerse cargo de su figura.

Después de bromear largo rato, sin dignarse mirar a su linda enemiga, pero con el pensamiento fijo en ella, atraído por el desaire pasado como por un imán, y buscando el desquite como el jugador que ha perdido, se puso de improviso otra vez frente a ella y la invitó de nuevo. El mismo resultado. Rosa dio la vuelta y se puso a bailar con otra amiga.

Al pie de la cuesta, una sombra cruzó el camino y un brazo vestido de una camisa azul, la alivió con destreza de aquella carga, que empezaba a quebrantar sus delicadas articulaciones. Doña María sintiose a la vez enojada y confusa. Y sin dignarse elevar los ojos hacia el bienhechor, dijo con cierto despecho: Si más a menudo llevases esto por tu cuenta harías mucho mejor.

Y Rafael, insensible al ambiente de indignación que se formaba en torno de él; sin dignarse siquiera dirigir una palabra, una mirada a la pobre Remedios que, cabizbaja como una cabrita enfurruñada, parecía llorar el recuerdo de aquellos paseos regocijados bajo la vigilancia de doña Bernarda. El diputado no veía nada fuera de la casa azul; le cegaba su felicidad.

Ante tan lúgubre cuadro, estremecíase ligeramente el cura y se iba a paso rápido y breve, sin dignarse responderme. Cuando su descontento llegaba al apogeo, me llamaba señorita de Lavalle. Este ceremonioso nombre era la más viva manifestación de su enojo, y yo sentía remordimientos hasta que le volvía a ver de nuevo con los cabellos al viento y la sonrisa en los labios.

Entonces Chonito, clavando en el capellán una mirada casi humana, llena de desprecio, volvió grupas y se alejó corriendo a todo correr, sin dignarse oír las imperativas voces con que lo llamaban.... No hay cómo encarecer lo que se celebró este rasgo de inteligencia a la hora de la cena.

Hablé como reyna, pero fuí tratada como una moza de cántaro: el Hircano, sin dignarse siquiera de responderme, le dixo á su eunuco negro que yo era mal hablada, pero que le parecia linda. Mandóle que me cuidase y me diera el trato que á las que estaban en su privanza, para que me volviesen los colores, y fuese mas digna de sus caricias el dia que le pareciese oportuno honrarme con ellas.

«¿No está D. Juanle preguntó la Sanguijuelera extrañando no ver allí al dueño del establecimiento. El huso vivo movió bruscamente la cabeza para decir que no, sin dignarse expresarlo de otro modo. «¿Pero dónde está mi hermanopreguntó Isidora con angustia. La anciana señaló a lo obscuro, diciendo con aterrador laconismo: «En la rueda».

Porque aquellas diosas escuchaban la ferviente plegaria de los peregrinos que venían á postrarse al pie de su pedestal, inmóviles, frías, sin dignarse siquiera posar sobre ellos la mirada; porque aquellas diosas, como usted, no amaban á nadie. ¡Á nadie, á nadie! ¡Qué feliz me hace este pensamiento! Pero qué triste felicidad debe ser ésta, ¿verdad, condesa?

El señor Novillo oía el runrún con la indiferencia con que las imágenes talladas en madera de ciruelo oyen himnos y plegarias. Proseguía Apolonio, sin dignarse, por su parte, mirar a Novillo: He pintado en un poema alegórico la exacta posición de estos amores disparatados, horribles y delincuentes. Delincuentes, , delincuentes, porque.... Pero tente, lengua liviana y maldecida.