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Clementina, que estaba pálida cuando entró, se había puesto fuertemente encarnada. Mejor lo sabrás . ¿Por qué mejor?... debes de saber adónde llega tu fortuna. Bien, pues no lo replicó refrenando con trabajo su despecho. Nada más claro.

Eso no hace nada. Pero revengamos sobre el amado Belarmino. No me puedo pasar sin él. Yo vengo para visitarle cada semana o cada quince días, durante diez años, a despecho de esta cuesta abominable que yo debo subir para llegar.

Con cuán victorioso despecho preguntábase entonces: ¿Cómo el alma del creyente podía correr en pos de un grano de vida como aquél, de una migaja de sensualidad efímera, y a veces emponzoñada, si Dios le ofrecía desde el cielo los goces infinitos y eternos?

A pesar de sus esfuerzos, le dominó el despecho. Estaba seguro: aquél iba a conquistar a la joven, a llevársela. Por vez primera, la veía particularmente interesada en la conversación de su vecino de mesa; parecía estar prendada de las frases de Martholl; lo escuchaba sonriendo y sin hacer caso a los demás convidados.

Por despecho, hace ya más de cuarenta años, abandonaste el mundo y la vida activa, creyéndote capaz de la vida contemplativa y mística.

Sonó ésta, sin embargo, y trascurrieron algunos minutos después sin que el guapo pareciese. Pasó media hora, pasó una, y nada. Entonces la gallarda tabernera, abrasada el alma de despecho, subió á su cuarto y se quitó, mejor dicho, se arrancó con mano trémula el vestido de gala.

15 Así dijo el Señor DIOS: Por lo que hicieron los palestinos con venganza, cuando se vengaron con despecho de ánimo, destruyendo por enemistades perpetuas; 16 por tanto, así dijo el SE

Amparo solía llamar en broma su hijastra a Clementina. ¡Qué hijastra, ni qué madrastra! exclamó el lechuguino con gesto de mal humor . ¡Si pensarás que hay mujer que me retenga a cuando no quiero! El despecho, incubado toda la noche, rompía ahora con fuerza la cáscara. ¡Olé mi niño!

Con el desprecio inconsciente de la juventud por la edad madura, Carlos no había podido ver un rival en aquel cincuentón bien conservado... Pero ahora, pensando mejor en el asunto, recordaba pequeños detalles que habían pasado inadvertidos: su frialdad intencionada, su hostilidad transparente, su despecho mal disimulado... y se preguntaba si esta omisión más o menos premeditada sería un desquite...

Por otra parte, el fracaso de su tentativa de seducción le hizo más malhumorado y sombrío. Una noche, aún no convaleciente de su enfermedad, producida por el despecho y la cólera, se levantó de la cama, en donde no podía dormir, y bajó al comedor. Abrió una ventana y se asomó a ella. El cielo estaba sereno y puro.