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Doña Petronila se despidió antes de que el atribulado ex-regente pudiera echarle el tanto de culpa que la correspondía en aquella aventura que él reputaba una desgracia. Vamos a ver, Quintanar preguntó la Marquesa con verdadero interés y mucha curiosidad.... Señora... mi querida Rufina... esto es... que como dice el poeta... ¡No podían vencerme... y me vencieron...!

A él he llegado pasando por la rabia, por la locura... Ahora mismo, no hace mucho, cuando vi a ese diablo de hombre cometiendo una nueva infamia, sentí otra vez la debilidad de espíritu que creía vencida... me entraron ganas de pegarle un tiro, por librar a la humanidad de semejante monstruo... Pero después he sabido vencerme y he dicho: Mejor castiga una consecuencia lógica que un puñal.

Verdad es que este tirano Ha procurado vencerme; Yo he sabido defenderme Con un valor más que humano; Y puedes estar ufano De que he de perder la vida Primero que este homicida Llegue a triunfar de mi honor, Aunque con tanto rigor Aquí me tiene escondida. NU

Entonces todos los ojos se vuelven hacia Nolo de la Braña, que allá lejos seguía departiendo con Demetria sin acercarse al teatro de la lucha. Nolo le grita uno, Matías de Langreo nos ha vencido á todos. ¿Quieres probar tu fuerza? Si os ha vencido á todos, ¿por qué no ha de vencerme á ? replica con orgullosa malicia el héroe de la Braña. Todos deploran que no tome parte en el certamen.

Y entre estos últimos, descuella el único que de ellos vive, no dónde, aunque estoy seguro de que donde se halle, continuará siendo el malvado de siempre, el seductor de mujeres, el tormento y enemigo jurado de otros hombres. ¿Dónde, dónde está Ruperto Henzar, aquel adolescente que estuvo tan próximo a vencerme?

Patria querida, pueblo desdichado, No temas ni imagines que delire De lo que debo hacer en ti engendrado, Ni que promesa ó miedo me retire, Ora me falte el suelo, el cielo, el hado, Ora á vencerme todo el mundo aspire, Que imposible será que yo no haga A tu valor la merecida paga.

ABIND. Pues alto: dadnos lugar. Aquí batallen el ALCAIDE y ABINDARRÁEZ. PÁEZ. A no estar el moro herido Y de pelear cansado, Diera al Alcaide cuidado. NARV. Moro, date por vencido, O si no, daréte muerte. ABIND. En tu mano está matarme, Mas vencerme y sujetarme, En otra mano más fuerte. Tu esclavo soy. ¡Ay de ! ¡Ay de ! ¡Mil veces ay!

Apenas vencerme puedo, que, oprimido el corazon, infunde al alma afliccion con los fantasmas del miedo. ¡Se van! A mi pobre nido silencioso y escondido, no podrá prestar amor el dulce y tibio calor de su aliento bendecido. Va á faltarle la armonía de sus gritos de alegría, de su voz, timbre de plata que la inocencia retrata y que inunda el alma mía. ¡Te has roto, dulce cadena! ¡Ay!

Teneos, Romanos, sosegad el brio, Y no os canseis en asaltar el muro, Que aunque fuera mayor el poderio Vuestro, de no vencerme os aseguro. Pero muestrese ya el intento mio, Y si ha sido el amor perfecto y puro Que yo tuve á mi patria tan querida, Asegurelo luego esta caida. Aqui se arroja de la torre, y dice CIPION.

»En el ejercicio de mi profesión he sondeado muchos corazones y he penetrado muchas conciencias en el lecho del dolor; pero explicarse con la conciencia propia es tarea algo más ardua. »Al reflexionar como ahora lo hago en mi estudio, lejos de mi hija y dueño de toda, mi serenidad, me prometo vencerme y curarme de este mal.