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Así fue corriendo el tiempo, y, con él, calmándose la pesadumbre del marido y haciéndose la mujer a la carga de las suyas. Ya no había que contar con el undécimo retoño, y el décimo iba creciendo y esponjándose que daba gusto, y era bueno y listo y hermoso como si Dios se hubiera complacido en reunir en este solo hijo cuantas prendas simpáticas cabían dispersas en los anteriores.

Como pronto habían de tener casa de techos altos, esto no era inconveniente. También le hizo adquirir el de los caracoles unos muebles chapeados de palosanto, y algunas alfombras buenas, que tuvieron el acierto de no colocar, extendiendo sólo retazos allí donde cabían, para darse el gusto de pisar en blando.

También había una mesilla con libros, al parecer devotos, y en las paredes no cabían ya más estampas y láminas bordadas, entre las cuales el mayor número era una variada serie de perritos con el rabo tieso y los ojos de cuentas negras.

Los tenía tan hinchados que apenas cabían en los pantuflos. ¿Verdad, madrina, que hará usted todo lo que le mande el doctor? Me respondió que , moviendo la cabeza. ¿Verdad que tomará usted las medicinas? Sonrió e hizo un movimiento afirmativo. Tía Pepilla tenía húmedos los ojos. Me acerqué, y arrodillándome junto al sillón quise abrazar a la anciana. ¡Adiós, tía! Vendré la próxima semana.

Miraba a los socios que leían como a gente de sospechosa probidad; les guardaba escasas consideraciones. No siempre que se le llamaba acudía, y solía negarse a mudar las plumas oxidadas. Alrededor de la mesa cabían doce personas. Pocas veces había tantos lectores, a no ser a la hora del correo. La mayor parte de los socios amantes del saber no leían más que noticias.

Ningún eco respondió a sus alaridos de consternación; pero transcurridos breves minutos, apareció en el zaguán el juez en persona, deshaciéndose en excusas por la torpeza de la muchacha: era inconcebible el trabajo que costaba domesticarlas; se les repetía mil veces la misma cosa, y nada, no aprendían a recibir a las... pues... de la manera que.... Al murmurar así, arqueaba el codo ofreciendo a Nucha el sostén de su brazo para subir la escalera; y siendo ésta tan angosta que no cabían dos personas de frente, la señora de Moscoso pasaba los mayores trabajos del mundo intentando asirse con las yemas de los dedos al brazo del buen señor, que subía dos escalones antes que ella todo torcido y sesgado.

Baltasar juró y perjuró que su amor era de la más probada y acendrada pureza, y que sólo limpios e hidalgos propósitos cabían en él; y en el calor de la discusión, los dos interlocutores se volvieron a hallar sentados en el parapeto, y la mano antes esquiva se mostró más tratable, consintiendo que la prendiesen dos manos ajenas.

Aceptolo así; y con ando a esta idea todos los entusiasmos que cabían en su alma virgen, llegó a convertirla en culto fervoroso y apasionado. Esto podría tener sus puntas de romántico y sus lados de inocente; pero así era la verdad, y verdad muy agradable para él. Tenía ciega fe en que había de hallar a Luz algún día, y en que, después de hallada, no había de desconocerle.

Si no doy un blinco, me divide». Bueno; vete a la cocina, y aprende para otra vez. A todo lo que él diga, por disparatado que sea, dices amén, y siempre amén. Aquel hecho era quizás síntoma de un nuevo aspecto de locura, y las dos señoras no cabían ya en su pellejo, de temor y zozobra. No pasaron ocho días sin que el caso se repitiera.

lo tienes; ponte ese chaquetón forrado; ya verás qué pronto entras en calor. En el chaquetón que le presentaba su tío cabían cómodamente, a más de él, otros dos sobrinos. Pero Andrés estaba tan asustado, que se lo metió sin replicar. Ahora hace falta que te abrigues esa cabeza, hombre, ¡esa cabeza!... El sombrero lastima la frente... Espera un poco; tengo yo un gorro que te vendrá de perilla.