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Bien llevaría él en paciencia continuar siendo tan tío Joaquín como siempre; no tenía ínfulas de ricachón, y era en genio y trato sencillo con extremo; pero si renunciaba al señorío en su persona, no así en la de su hija; parecíale oír voz que le decía, como las brujas a Banquo: «No serás rey, pero engendrarás reyes.» Y luchando entre el modesto convencimiento de su falta absoluta de rango, y la certeza moral de que Lucía a grandes puestos estaba destinada, vino a parar a la razonable conclusión de que el matrimonio realizaría la anhelada metamorfosis de muchacha en dama.

Hay un instante crítico en que la belleza femenina toma consistencia, adquiere su carácter, cristaliza por decirlo así. La metamorfosis es más impensada y pronta en el pueblo que en las demás clases sociales. Cuando llega la edad en que invenciblemente desea agradar la mujer, rompe su feo capullo, arroja la librea de la miseria y del trabajo, y se adorna y aliña por instinto.

La hembra había muerto y el macho vagaba triste y solitario por la espesura mientras se efectuaba su metamorfosis en morcillas y chuletas.

Lo que no sufría metamorfosis era aquella pasioncilla que antes llamamos vergüenza de misma, y que la impulsaba a eliminar su persona de todo lo que pudiera ocurrir en lo sucesivo en Aldeacorba.

La naturaleza campestre, colonial y bárbara, cambióse en esta metamorfosis en arte, en sistema y en política regular capaz de presentarse a la faz del mundo como el modo de ser de un pueblo encarnado en un hombre que ha aspirado a tomar los aires de un genio que domina los acontecimientos, los hombres y las cosas.

A Maximiliano le había dado su metamorfosis una penetración intermitente. En ocasiones poseía la vista rápida y segura del ingenio superior; en ocasiones era tan ciego que no veía tres sobre un burro. Las pasiones exaltadas producen estas pasmosas diferencias en la eficacia de una facultad, y hacen a los hombres romos o agudos cual si estuviera el espíritu sometido a una influencia lunática.

En la larga fila de vehículos estaba el antiguo faetón, balanceándose sobre sus muelles como una enorme caja fúnebre y encerrando en su acolchado interior toda una familia, incluso la nodriza; la ligera berlina, con sus ruedas rojas o amarillas; la carretela, como una góndola, meciéndose a la menor desigualdad del suelo, y la galerita indígena, transformación elegante de la tartana y símbolo de la pequeña burguesía, que, detenida en mitad de su metamorfosis social, tiene un pie en el pueblo, de donde procede, y otro en la aristocracia, hacia donde va.

Luz, aunque nada temía por este lado, no por ello se interesaba menos que su madre en los relatos de Ángel. Veíale entre ellos adelantar rápidamente en su ya comenzada metamorfosis de ente ideal en hombre vivo y efectivo, y no la desilusionaba pizca la realidad que se iba descubriendo.

Sin embargo, fuerza era convencerse, porque apenas de regreso en París, desvanecido por su inesperada fortuna, el heredero de la señora de Montauron acentuó de modo tan escandaloso sus deslices, que aun sus más ardientes devotos tuvieron que confesar la extraña y desfavorable metamorfosis que en la conducta y el carácter de aquél se efectuara; nunca fue Pedro un puritano, es cierto, pero siempre se le veía llevar a sus aventuras galantes aquella delicadeza moral que ellas reclaman, y que consiste, para el hombre de honor, en ocultar al público sus debilidades en asuntos de amor, y con mucho más motivo que sus debilidades sus vicios, mientras que ahora parecía como si el marqués pusiera empeño en desafiar la opinión.

Con la fábula de Céfalo y Proclis, de las Metamorfosis, de Ovidio, VII, 794, aparece también en íntimo y artístico enlace el famoso Heróstrato, que incendió el templo de Diana. Este drama, también, es uno de los mejores de su clase, y contiene muchos rasgos de verdadero genio. El faetonte ó El hijo del Sol, Faetón.