United States or Portugal ? Vote for the TOP Country of the Week !


En la calle se oyeron rodar carruajes, pero el ruido de los coches también se extinguió y todo quedó en silencio. Entonces me asomé otra vez por la puerta del patio: había quedado completamente solo, la puerta de la calle estaba entornada, cerradas las de las habitaciones; la tarde avanzaba y la humedad de un día lluvioso daba a aquella escena un aspecto tristísimo.

El Hilario se detuvo allí dos dias, por ver si por aquel contorno encontraba alguna agua dulce para refrescarle, pero no lo pudo conseguir; y viendo el mal estado de su compañero, y sin poderle remediar, porque no le sucediese otro tanto, determinó dejar á su compañero con bastante sentimiento, llorando tan fatal suceso, y tomó su derrota, con sus dos perros: y á los tres dias encontró una laguna pequeña rodeada de porcion de guanacos que habian consumido toda el agua, dejando solo la humedad entre el lodo, y llegó tan fatigado que se consolaba con poner la boca sobre aquella humedad, que no obstante le sirvió de algun corto alivio.

El sol iluminaba el césped de los jardinillos, abrillantado por la humedad y oscurecido a trechos por las sombras de las acacias, cuyo aroma embalsamaba el aire.

Hacía un fresco agradable en la iglesia y el olor de humedad mezclado con el de la cera le parecía fino, misteriosamente simbólico y a su modo voluptuoso. Aquella mañana cumplió en el coro como el mejor, y sintió no ser hebdomadario para lucirse.

En el centro estaba la Virgen con Santo Domingo, arrodillado; y no tenía más defecto sino que en el sitio donde el pintor había puesto la cabeza del santo, puso la humedad un agujero muy profano y feo.

Describía el viaje por las entrañas lóbregas del buque, su descenso al infierno... de nieve, llevando como virgiliano guía a su amigo don Carmelo. Escaleras mojadas y resbaladizas; paredes que lagrimeaban; luces eléctricas veladas y mortecinas bajo el halo irisado de la humedad; gruesos caños conductores del frío a lo largo de los muros.

A la izquierda del camino, antes de la muralla, había hace años un caserío viejo, medio derruído, con el tejado terrero lleno de pedruscos y la piedra arenisca de sus paredes desgastada por la acción de la humedad y del aire.

Pidió una silla. Se sentó al lado del enfermo y por primera vez vio lo que tenía delante; un rostro pálido, avellanado, todo huesos y pellejo que parecía pergamino claro. Los ojos de Guimarán tenían una humedad reluciente, estaban muy abiertos, miraban a los abismos de ideas en que se perdía aquel cerebro enfermo, y parecían dos ventanas a que se asomaba el asombro mudo.

No son nada mío. ¿Qué tiene usted, Ana? ¿se pone usted mala? ¿qué es esto? llamaré... No, no, de ningún modo.... Un escalofrío... un temblor... ya pasó... esto no es nada. ¿Tendrá usted un ataque? No... el ataque se presenta con otros síntomas... deje usted... deje usted. Esto es frío... humedad... nada.... Callaron. De Pas vio que Ana contenía el llanto que quería saltar a la cara.

No cómo expresarle continuó diciendo la joven hasta qué punto me entristece la idea de su marcha. Mientras hablaba, sus clarísimos ojos se ensombrecían y cubríanse de una sutil humedad, por lo que Delaberge comprendió que eran absolutamente sinceras sus palabras. repuso Francisco también profundamente conmovido; vengo a despedirme de usted; probablemente marcharé mañana.