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Un cristal echa á otro cristal en las hendiduras de la montaña; el hierro, el cobre, la plata y el oro sustituyen á la arcilla ó á la cal. La roca mate adquiere el irisado de las muchas substancias que penetran en ella.

Algo blanco, encuadrado por una ventanilla, se agitaba en su obscuro interior. La luz de un farol de gas arrancó de este bulto un reflejo irisado, un fulgor de piedras preciosas.

Y jamás girón de vapor emergido en un irisado claro de luna, podrá compararse al bucle más descuidado de la modesta Eulalia, podrá compararse al bucle más humilde y más descuidado de Eulalia, la de los brillantes ojos! La duda y la pena no me invaden jamás, ahora, porque su alma me entrega suspiro por suspiro.

El río sigue corriendo silenciosamente; en los bosques impenetrables de la orilla, donde el buque acaba de detenerse, no se oyen sino los apagados silbidos metódicos del turpial que llama a su compañero; hasta las enormes y vistosas guacamayas, con su plumaje irisado, llegan en silencio y buscan entre las ramas el nido que pende de la copa de un inmenso caracolí, mecido por las lianas que lo sujetan.

Las damas de los balcones, excitadas por tanto vocerío, mareadas y nerviosas, gritaban también con alegría loca, arrojaban puñados de papelillos de colores, cubriendo la calle y la muchedumbre de un manto irisado. Algunos jóvenes respondían á esta graciosa agresión lanzándoles, con jeringas de goma, chorritos de agua perfumada.

Hay en ella muebles soberbios, telas rarísimas, cuadros con firmas de maestros, retratos admirables, plantas exóticas criadas en la atmósfera tibia del invernadero, jarrones, japoneses decorados con cigüeñas de plata que vuelan en paisajes fantásticos, alfombras en que los pies se hunden y arañas de vidrios multicolores, donde centellean en temblor irisado los reflejos, de la chimenea.

El sol, en su carrera diaria, las ha hecho resplandecer con hermosos reflejos; la pálida luz de la luna las ha irisado apenas perceptiblemente; el rayo la ha convertido en hidrógeno y oxígeno, y luego, en un nuevo choque, ha hecho descender en forma de lluvia sus elementos primitivos.

Y así el tajo fabricado por térreas convulsiones, irisado por millones de rayos de un sol que baña, figura enorme champaña que chispea desbordado.

Describía el viaje por las entrañas lóbregas del buque, su descenso al infierno... de nieve, llevando como virgiliano guía a su amigo don Carmelo. Escaleras mojadas y resbaladizas; paredes que lagrimeaban; luces eléctricas veladas y mortecinas bajo el halo irisado de la humedad; gruesos caños conductores del frío a lo largo de los muros.

No sabía Carmen si quería a Fernando; no sabía tampoco si le olvidaba; sólo supo que la vida la llamaba a gritos desde los campos y desde los bosques, desde las huertas y desde los nidos, desde el cielo irisado en amaneceres risueños y desde los espinos en flor.