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Sin duda por el afán de lucirse y de inmortalizarse, así como Eróstrato incendió el templo de Diana en Efeso, hubo muchos que, sintiéndose ruines, amaron la celebridad más que la vida, y no por amor a la libertad y a la patria, sino por amor de la vanagloria, dieron muerte a sendos reyes o tiranos.

Si cuanto hay de florido, acaudalado y elegante, se viene a Madrid a lucirse y si acuden también a Madrid en busca de notoriedad y de fortuna, los sujetos que son o que se creen ricos de saber y de ingenio, de temer es que la grande extensión territorial de nuestra patria quede como desdeñada y abandonada de lo que brilla, fomenta el lujo y el bienestar y contribuye a la cultura.

Körner quiso lucirse entre montañeses rudos, y como allí no le valían sus habilidades de dilettante de varias artes y lector sentimental, tuvo que aprovechar otras cualidades, más apreciables en aquella tierra, como, v. gr., la gran fortaleza y capacidad de su estómago.

¿Qué le importa el no ver tanto, si ve mejor, con mas claridad, distincion y exactitud? ¿Qué le importa el carecer de esa facilidad de pensar y hablar, muy á propósito para lucirse, pero muy estéril en buen resultado, como inconducente para el objeto de que se trata? Observaciones. La cavilacion y el buen sentido.

Todavía en el camino, aunque le hizo el caballo a todo correr, pugnó el Vizconde por fortalecer su espíritu y por creer que lo que había leído no podía tener mal resultado y era sólo conjunto de burlas o de declamaciones, inventado por Rafaela para lucirse y hacer gala de las muchísimas cosas que había aprendido durante su larga estancia en París y de lo acicalado y agudo que había llegado a ponerse su ingenio.

Doña Luz se compuso de suerte que hizo galopar al Padre y hasta correr a todo escape, y el Padre galopó y corrió sin vanagloria de hacerlo bien, haciéndolo perfectamente, y sin dar el menor indicio de que lo hacía por complacencia galante, ni por lucirse, sino cumpliendo con un deber. Doña Luz se aventuró demasiado y estuvo a punto de dar una peligrosa caída al saltar una zanja.

Al siguiente le tocó lucirse al Comendador, y á pesar de toda su filosofía gozó en el alma de que sus deudos y paisanos viesen maravillados su vajilla de porcelana, su plata y los demás objetos raros ó bellos que de sus viajes había traído, y que había mandado por delante de él con su criado de más confianza.

El deseo de seducir al de la carátula y salir pronto de aquel mal paso, satisfaciendo su afán de hablar, de contarlo todo y aun de lucirse, porque era muy jactancioso, luchaba en su alma con el temor de empeorar la situación en que se hallaba, sobreexcitando la codicia del bandido.

Demasiado sabía Vinagre que las botas de charol no existían en tiempo de Augusto, ni aunque existieran las había de llevar Jesús al Calvario; pero él no era más que un devoto, un devoto que en todo el año no tenía ocasión de lucirse; había que perdonarle la vanidad de ostentar en aquella ocasión sus botas como espejos, que sólo se calzaba en tan solemne día.

Y pasó gran parte de la corrida junto a la barrera, mirando desdeñosamente lo que hacían los compañeros, acusándolos en su pensamiento de haber preparado contra él las muestras de desagrado. Igualmente prorrumpía en maldiciones contra el toro y el pastor que lo crió. ¡Tan bien preparado que venía para hacer grandes cosas, y tropezarse con aquella bestia que no le había permitido lucirse!