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El cuarto que entonces tenía Segunda en aquella casa era uno de los más altos. Estaba sobre el de Estupiñá. No había llegado Fortunata al segundo, cuando vio bajar a este, y le entraron ganas de saludarle. Puso él una carátula durísima al verla; pero a pesar de esto, la joven sentía ganas de decirle algo.

Yo siento hondamente vuestra tragicomedia, oh, gran Losada, el músico genial y salvaje; Barrantes, el de la carátula de pesadilla; Alberto Lozano, rubio y señorial como un príncipe, y vosotros también, Dorio, el audaz; Pujana, el intrépido; Roldán, el preciosista, que tiene una enorme sed que sólo se calmará cuando Ella le llene de tierra la boca; vosotros, que al caer un hermano de esta cofradía de dolor y de absurdidad, acaso tembléis viendo que todo el entusiasmo de vuestra juventud está compensado por un lecho de hospital y un montón de polvo, sin nombre, en un osario. ¡Y vosotros que soñabais precisamente con la Gloria, y que porque la gente leyese vuestra firma al pie de unas líneas impresas, lo sacrificabais todo! ¿Veis qué broma final tan sangrienta?

Pero vuelve allí los ojos, verás cómo se va desnudando aquel hidalgo que ha rondado toda la noche, tan caballero del milagro en las tripas como en las demás facciones, pues quitándose una cabellera, queda calvo; y las narices de carátula, chato; y unos bigotes postizos, lampiño; y un brazo de palo, estropeado; que pudiera irse más camino de la sepoltura que de la cama.

Escuchaba, tratando de entender mejor lo que sólo confusamente percibía, y como al hacerlo cargase sobre el barandal de la escalera, éste crujió levemente, y la bruja alzó su horrible carátula.

La cara del así vestido era casi negra, inmóvil, con espantosa y ancha boca y con colosales narices llenas de verrugas y en forma de pico de loro. Don Paco se tranquilizó, no obstante, al reconocer que aquello era una carátula de las que se ponen los judíos en las procesiones de Villalegre.

Si vos os empeñáis en manteneros puesta la carátula, nada tengo que hacer aquí... me habéis llamado en vano. Adiós. Y el tío Manolillo se levantó y se dirigió á la puerta. Esperad dijo el padre Aliaga. El bufón volvió atrás, se sentó de nuevo y miró audazmente al padre Aliaga. ¿Nos quitamos al fin el antifaz? dijo. El padre Aliaga no contestó directamente á esta pregunta.

Andad con Dios, buena gente, y haced vuestra fiesta, y mirad si mandáis algo en que pueda seros de provecho, que lo haré con buen ánimo y buen talante, porque desde mochacho fui aficionado a la carátula, y en mi mocedad se me iban los ojos tras la farándula.

Y cuando un soplo de brisa arrastra alguna hoja muerta, la viuda ideal la sigue intensamente, quizá comprendiendo que la aproximación del otoño tiene para ciertas almas un melancólico valor emblemático. Mas luego, entre otros que ocultan el secreto de su fracaso, arriba la carátula ridícula y triste de un viejo farandulero.

A su vista aparecen, y van pasando, Elias, Ezequiel, Daniel, Isaías, Amos y los demás profetas, así como los reyes, jueces y príncipes: Melquisedec, David, Moisés, Salomón, y qué yo cuántos más. Todos llevan el rostro inmóvil de la carátula, y en las potencias, aureola o nimbo que coronan sus cabezas, inscrito el nombre de cada uno.

Allí apenas se veía, porque la única luz era la de un candil atado en la otra estancia a una tomiza que pendía de una viga del techo; pero el de la carátula vio el bulto de un hombre que se precipitaba sobre él, y le dijo: ¡Tente o mueres! Y le apuntó con el trabuco. Todo ello fue con rapidez maravillosa.