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Don Fadrique, sin embargo, sólo estuvo en París algunos meses: desde fines de 1791 hasta Septiembre de 1792. Este tiempo le bastó para cansarse y hartarse de la gran revolución, desengañarse un poco de su liberalismo y dudar de sus teorías de constante progreso. En Madrid vivió, por último, dos años, y también se desengañó de muchísimas cosas.

Le hacíamos a usted cosquillas para verla reír; su risa me parecía el encanto, la alegría de la Naturaleza. ELECTRA. Vea usted por que he salido tan loca, tan traviesa y destornillada... Y alguna vez me cogería usted en brazos. CUESTA. Muchísimas. CUESTA. A veces con tanta fuerza, que me hacía usted daño. ELECTRA. Me pegaría usted en las manos. CUESTA. ¡Vaya!

Digo que eran muchísimas las mujeres convencidas de que los hombres gobernaban mal, pero que únicamente pretendían colaborar con ellos, participando de dicho gobierno. Se daban por contentas con que el tirano les dejase un hueco á su lado, cediéndoles una pequeña parte de su soberanía.

Nuestra voluntad, nuestra actividad, son impotentes para resistir otras actividades que obran sobre nosotros; hay algo pues que no somos nosotros, que es independiente de nosotros. Hay algo que no es una modificacion nuestra; pues que muchísimas veces no nos afecta, no nos modifica. Este algo es una realidad, porque la nada no puede afectar.

Es así; pero tambien es certísimo que los mas de aquellos textos no los entiende el Pueblo en el modo que suelen proponerse, y me consta esto por experiencia; y si se comprehende lo que contienen, nada persuaden por la mala aplicacion, porque el entendimiento humano es de tal naturaleza, que busca el orden y conexîon entre sus nociones, porque en esto consiste la fuerza de raciocinar; y como no suele hallar esta conexîon muchísimas veces entre los lugares de la Escritura que se explican, y el asunto á que se traen, por eso no queda convencido.

No sabiendo, pues, cuánto le daban, el cura no sabía cómo agradecer; balbuceaba: Os doy muchísimas gracias, señora; sois demasiado buena, señorita. En fin, como no agradeciera lo bastante, Juan creyó deber intervenir. Mi padrino, estas señoras acaban de daros dos mil francos. Entonces, presa de una gran emoción y agradecimiento, el cura exclamó: ¡Dos mil francos, dos mil francos para mis pobres!

A veces los errores que ocasiona el ingenio son solamente filosóficos. CARTESIO tuvo un ingenio singular, y el juicio no fué igual al ingenio. Quando dexaba correr libremente el ingenio, solia escribir cosas, que mas parecian sueños que realidades, porque era fecundísimo en combinar: tales son muchísimas de las que propone en los principios filosóficos.

Si te dijera que le queria, te diria un embuste; no le quiero, la verdad ante todo; tengo muchísimas razones para no quererle; pero desde que supe que vino de San Cloud para recoger el último suspiro de un viejo ilustre, de un hombre verdadero y honrado, no le quiero tampoco, no le puedo querer; pero no le odio.

Ratos felices eran para Rosalía estos que pasaba con la marquesa discutiendo la forma y manera de arreglar sus vestidos. Pero el gozo mayor de ella era acompañar a su amiga a las tiendas, aunque pasaba desconsuelos por no poder comprar las muchísimas cosas buenas que veía. El tiempo se les iba sin sentirlo.

Todavía en el camino, aunque le hizo el caballo a todo correr, pugnó el Vizconde por fortalecer su espíritu y por creer que lo que había leído no podía tener mal resultado y era sólo conjunto de burlas o de declamaciones, inventado por Rafaela para lucirse y hacer gala de las muchísimas cosas que había aprendido durante su larga estancia en París y de lo acicalado y agudo que había llegado a ponerse su ingenio.