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La vajilla lisa de plata u oro, siempre es de muy buen efecto; para los postres, si se tiene porcelana china, sajona o de Sévres, debe usarse. En general, se cambia por completo el cubierto después del pescado, pero en algunas casas cambian el tenedor y el cuchillo después de cada plato.

¿Qué habrá encontrado mi tío Francisco en la carta de mi tío Pedro que así se ablanda de repente, y así me trata? dijo el joven, que había comprendido lo bastante el carácter de su tío para extrañar aquel brillante exabrupto ; por darme de comer, mi tío me hubiera enviado un pote cualquiera, en un plato de Alcorcón; ¡pero esta vajilla! ¡estas velas de cera perfumada!... ¡estos candeleros de plata!... Vamos, mi tío tiene sin duda sus razones para adularme, y me adula á costa del duque de Lerma. ¿En qué vendrá á parar tanto misterio?

La mesa en que el estudiante escribía entró en la casa de la misma manera, y la vajilla buena que se usaba en ciertos días fue adquirida por la quinta parte de su valor, en pago de un pico que adeudaba una amiga íntima. Doña Silvia había hecho el negocio, que doña Lupe no se atreviera a tanto.

También Pilar lo está... y yo... y todos... y el mundo, , el mundo se ha puesto de un color, que... antes era rosa y azul celeste... pero ahora... bueno, pues como quería verle, entré.... El comedor es grande. El ama Engracia lavaba la vajilla.... Bien que corrí. Casualidad fue acertar con su cuarto. Es un cuarto muy bonito. Tiene el retrato de su madre: ¡pobre señora!

Era de carácter alegre y cariñoso, y nunca podía negar nada a su hija Luisa, una niña recogida en tiempos lejanos de entre esos miserables heimatshlos herreros, caldereros sin casa ni hogar, que van de pueblo en pueblo reparando sartenes, fundiendo cucharas y componiendo la vajilla rota. Hullin consideraba a Luisa como hija propia, y había olvidado que pertenecía a una raza extranjera.

De pronto oyó un ruido, unos tropezones sonoros, un choque de vajilla y loza.... El ama Engracia fregoteaba sin duda los platos en la cocina. ¿Cómo lo adivinó tan presto Lucía? El entendimiento se aguza en las horas críticas y extraordinarias. Guiada negativamente por el ruido, Lucía siguió andando en dirección opuesta, hacia el extremo del pasillo, en que reinaba el silencio.

Particularmente las damas, no acababan de asombrarse de que se gastasen tales tocados y vestidos, como si no pudiera ponerse un pero a los que ellas llevaban. Había, además, un comedor espacioso, con grandes armarios de caoba, bien provistos de vajilla. En el piso alto nos llamó la atención un gabinete muy lindo, en cuyos balcones habían puesto por capricho cristales de todos colores.

Llamada a conferenciar con el presidente del Círculo la «persona de buen gusto», que nunca falta en los pueblos para dirigir las solemnidades, entró al punto en el desempeño de sus funciones, y se dio tal maña, que en breve pudo negociar un empréstito de candeleros de plata, centros de mesa, vajilla fina, mantelería adamascada y nueva, palilleros caprichosos y pureras sorprendentes.

Sólo así lograba entrar en su gracia. Poco tiempo después de haberse trasladado Miguel, fue testigo de una de las más repugnantes escenas de este género. Cuando terminó con el piano una mañana, Julita se fue al comedor, y motu propio, por su extremada inclinación al aseo, sacó toda la vajilla de los armarios y se puso a limpiarla esmeradamente y a colocarla de nuevo en su sitio.

Sin contestarme, colocó sobre la mesa una pequeña y lisa cigarrera de plata, que en un ángulo de la tapa tenía las iniciales B. B., monograma que se veía grabado en toda la vajilla de Blair, en sus carruajes, arneses y demás objetos propios. Vea lo que hay dentro de ella exclamó, señalándome la caja que tenía por delante, y sonriendo dulcemente con profunda satisfacción.