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Cuando lo supe lancé un grito de indignación, y corrí en busca suya queriendo oírlo todo de sus labios. »¿Quiere usted excitar de nuevo la cólera del señor Duque, que, gracias al Cielo, ha pasado ya? dijo Carlos, sonriendo con tristeza. » Carlos le dije: ¿qué podré hacer para recompensarle el servicio que acaba de hacerme? »¡Usted, señora! ¡No estoy suficientemente recompensado!...

Dios me lo ponía delante; le vi de espaldas y corrí; mas cuando estaba junto a él y antes que me viera, pensé que no era prudente precipitar un hecho que debía tener justificación completa. Procurando serenarme, dije para : Tengo la seguridad de sorprenderle dentro de la casa. Entretanto, esperemos.

Yo me enloquecía, y resolví hacer pagar al inglés maldito los remordimientos que me despedazaban. Pasé á la Guadalupe, cambié mi nombre y consagré la mayor parte del precio de mi delito á la compra de un brick armado, y corrí sobre los ingleses. He lavado durante quince años en su sangre y con la mía la mancha que en una hora de debilidad había arrojado sobre el pabellón de mi patria.

Sin embargo, como unos tres minutos después, me pareció oír un vago murmullo de voces, y entonces, apagando rápidamente la luz, corrí una de las pesadas cortinas de mi habitación, y miré hacia afuera, viendo, con gran sorpresa, dos figuras que cruzaban el prado dirigiéndose hacia el bosque de arbustos.

Efectivamente, eran muy bellos los fragmentos que me recitaba, y sentía prisa por posesionarme de mi obra maestra. Al día siguiente, al llegar al jardín de la corte, sorprendiome extraordinariamente el encontrar cerrada la sala de las colecciones. La ausencia del museo era tan extraña en el coronel, que corrí a su domicilio con una vaga inquietud.

Yo bajé al jardín, en el cual el viejo Andrés cavaba los arriates. ¿Qué hay, señor Domingo? me preguntó advirtiendo mi turbación. Hay que de aquí a tres días partiré a encerrarme en el colegio, mi buen Andrés. Corrí a ocultarme en el fondo del parque y allí estuve hasta que se hizo de noche. Tres días después abandoné Trembles en compañía de la señora Ceyssac y de Agustín.

»Corrí a la ventana para llamarle, pero Carlos me detuvo: veía atravesar una de las calles de árboles al anciano, que se alejaba en el parque, y reconociéndole en aquel instante, exclamé: »¿Es el extranjero que, en el castillo de Arcos, fue preguntando por usted en la tarde del funesto día en que nos separamos? »El mismo.

Pero yo era más joven entonces, amigo mío, pues ya hace años de eso, y entonces, , corrí peligro, se lo confieso.

También Pilar lo está... y yo... y todos... y el mundo, , el mundo se ha puesto de un color, que... antes era rosa y azul celeste... pero ahora... bueno, pues como quería verle, entré.... El comedor es grande. El ama Engracia lavaba la vajilla.... Bien que corrí. Casualidad fue acertar con su cuarto. Es un cuarto muy bonito. Tiene el retrato de su madre: ¡pobre señora!

Las buenas palabras del cura me repusieron tan pronto como las otras me habían desequilibrado. Encontré por milagro mi serenidad habitual y perdoné por completo a mis detractoras. En cuanto entré en casa corrí al cuarto de la abuela y le dije que estaba decidida a hacer lo que ella deseaba.