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Ese no podía asombrarse de nada desde que había aceptado las estupendas condiciones matrimoniales que le impuso la novia, y veía pagado el timo que pensó dar en aquella casa, con otro tan morrocotudo que le había dado a él la difunta marquesa.

Este despertó como a la media hora de haberse dormido, y restregándose los ojos y gruñendo un poco, hubo de asombrarse de ver allí a su amiga, y alargó la cabeza para mirarla.

JULIA. Pues aconseje a éstas que no se engrían con una ciencia de la que no conocen mas que los principios. El hombre que sea su marido, tendrá a gran felicidad enseñarles la práctica, si le parece bien. Además, será preciso animarle; lo que se cuida más en una comida son los entremeses y el postre. ¡Es importante no asombrarse ante las primeras sorpresas!

Hablábale siempre como cumple a un ex discípulo respecto de su maestro, y le reconocía el derecho de interrogarme acerca de mis tareas. Es cuestión de volver a empezar me contestó, sin asombrarse por lo que veía. ¡ lo que es eso!... Oliverio callaba.

Mas si la conociesen, como nosotros la conocemos, es bien seguro que no hallarían motivo para asombrarse tanto. La primogénita de la casa de Elorza había entrado en la conspiración carlista completamente persuadida de que realizaba una obra grata a los ojos de Dios y con el propósito firme de no retroceder ante ningún peligro.

Sólo el señor de Ramírez estaba muy formal, y apaciguaba a los alborotadores. «No hay que asombrarse, no hay que asombrarse; yo les contaré a ustedes una cosa que me pasó a cazando, que es más rara todavía que la del señor de Castrelo». El canónigo empieza a escamarse y la gente a atender. «Sabrán ustedes que una mañana salí yo al monte, y, entre unas matas, así... un ruido sospechoso.

Reflexionaba Isidora en aquellas sabias palabras, fijos los ojos en las rayas de la estera de cordoncillo; pero su pena y la situación en que estaba la reclamaron, y volvió a suspirar y a asombrarse de que el Director tardase tanto. Cuando alzó los ojos, el anciano pasaba por delante de ella en dirección de la mesa; en seguida pasaba de nuevo en dirección del ángulo.

Al hombre que arriesgaba su vida en todos los momentos por una causa útil a sus semejantes, ha sustituído el que la arriesga por las nonadas de la vanidad o la soberbia. Al caballero ha sucedido el espadachín. Quedáronse los contertulios comentando la serenidad del conde. Se le ensalzó aunque no muy vivamente ni por mucho tiempo. Es regla primera del buen tono no asombrarse jamás.

Y ahora, siempre nos entendemos, en todas las cosas: él dice que soy demasiado seria, cuando ve que estamos de acuerdo en las ideas graves, y yo por mi parte digo que él es demasiado bueno cuando participa de mis pensamientos fútiles o simplemente locos. La verdad es más sencilla, y mañana se la voy a decir ¿cómo no lo he pensado antes? Soy su hija; ¿por qué asombrarse de que me parezca a él?

Atónito el ministro retrocedió bruscamente en la butaca, soltando una palabrota: mas Currita, sin ofenderse por ella, ni asombrarse tampoco, dejóse caer de nuevo en su almohada como si tal cosa, diciendo con su cándida risita: ¡Vamos, vamos, Martínez!... Preciso será que se ponga usted dos parches de patata... ¡Eso refresca mucho!...