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¡Qué par de bebés, eh! exclamó Pepa en voz alta dirigiéndose a Mariana . ¿No es vergüenza que esos mocosos estén casados? ¡Cuánto mejor sería que estuviesen jugando al trompo! Los chicos sonrieron mirándose con amor. Ya jugarán ... en los momentos de ocio manifestó Cobo Ramírez con retintín. ¡Hombre, ca! exclamó Pepa, volviéndose furiosa hacia él . ¿Le han dado a usted cuenta ellos de sus juegos?

¡Es la última vez, don Zaninski, que vengo a verlo por su toro! Acaba de pisotearme toda la avena. ¡Ya no se puede más! El polaco, alto y de ojillos azules, hablaba con extraordinario y meloso falsete. ¡Ah, toro, malo! ¡ no puede! ¡ ata, escapa! ¡Vaca tiene culpa! ¡Toro sigue vaca! ¡Yo no tengo vacas, usted bien sabe! ¡No, no! ¡Vaca Ramírez! ¡ queda loco, toro!

Carmen acudió a la lisonja esta noche para prolongar la conversación. ¡Qué hermosa estaba la señora con el vestido azul que se había puesto ayer tarde! La doncella de los Ramírez había oído al señorito decírselo a su hermana. Todos los colores le venían bien a la señora: ¡pero particularmente el azul!... ¡Ah, el azul le sentaba como a nadie!

Quería escarmentar duramente a todos los conspiradores, o lo que es igual, no dejar títere con cabeza, según sus propias palabras. Era un hombre rechoncho, con grandes mofletes y exiguo bigote; gran traza de lo que ya hemos dicho y con nosotros el comandante Ramírez y el teniente de la escolta.

D. Matias Patron, se dijo: Que reproducia en un todo el voto del Sr. Dr. D. Juan Nepomuceno de Sola. Por el Sr. D. Henrique Ballesteros, se dijo: Que se conformaba en todo con el voto del Sr. D. Cornelio Saavedra, teniéndolo decisivo el Sr. Síndico Procurador. Por el Sr. D. Antonio Ramirez, se dijo: Que igualmente se conformaba con el voto del Sr.

3 El Fénix de la Escritura, el glorioso San Jerónimo, de D. Francisco González de Bustos. 4 Cuando no se aguarda, de D. Francisco de Leiva Ramírez de Arellano. 5 No hay contra lealtad cautelas, del propio autor. 6 Amadís y Niquea, del propio autor. 7 Las tres coronaciones del Emperador Carlos V, de D. Fernando de Zárate. 8 De los hermanos amantes y piedad por fuerza, de D. Fernando de Zárate.

Pues Cobo Ramírez y otros babiecas como él, que la han llenado la cabeza de viento.... ¡Sin duda espera la tonta que venga un príncipe de sangre real a buscarla!... Ramoncito negaba belleza a su adorada. Es signo de hallarse profunda y sinceramente enamorado el hombre; no ser hija de la vanidad su afición. El exceso de amor le arrastraba a injuriarla.

¿Saben decía medio llorando y salivando aún de risa un caso que pasó entre el canónigo Castrelo y un señor muy chistoso, Ramírez de Orense? ¡El canónigo Castrelo! exclamaron el cura de Boán y el marqués . ¡Qué apunte! ¡De órdago!

Cristóbal Santiago Ortiz, Valdés, Sánchez, Pedro Cebrián, Melchor de León, Porras, Santander, Miguel Ramírez, Cristóbal, Cintor, Jerónimo López, Juana de Villalba, Micaela de Luján, Ana Muñoz, Jerónima de Burgos, Polonia Pérez, María de los Angeles y María de Morales.

La emoción con que un sacerdote místico abre el sagrario donde se guarda el Sacramento no es comparable al gozo inefable y al respeto con que D.ª Robustiana abría las puertas de aquellos grandes, vetustos armatostes de nogal, donde se guardaba la ropa blanca de la noble casa de Ramírez del Valle.