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O porque no tuviese secretos que contar, o por su temperamento excesivamente reservado, la primogénita de Belinchón huía de hablar de misma con un cuidado extraordinario. Ni sus alegrías ni sus pesares eran conocidos de nadie. Sólo un observador muy fino podría, a fuerza de costumbre, averiguar vagamente las emociones que la agitaban. Gonzalo no lo era.

A su vez la madre recibe también cantidades por el Idinara ó sea por los meses que llevó en su vientre á la novia, por el pagpadodo, ó sea el período de la lactancia, y por el gímirod ó sea por sus desvelos y cuidados. Si la novia no es primogénita tiene también el novio que pagar derechos llamados ilinacad.

Mas si la conociesen, como nosotros la conocemos, es bien seguro que no hallarían motivo para asombrarse tanto. La primogénita de la casa de Elorza había entrado en la conspiración carlista completamente persuadida de que realizaba una obra grata a los ojos de Dios y con el propósito firme de no retroceder ante ningún peligro.

Su padre y su hermana, aunque no la alentasen en las devociones, nada le decían en contra, y cada día le otorgaban mayores muestras de cariño, pues a ello les invitaba la creciente dulzura y afabilidad de su carácter. Su madre la adoraba con pasión loca y aplaudía ciegamente todos sus actos de piedad. No se cansaba de alabar la virtud y el talento de su primogénita.

Don Diego, con arreglo al convenio que hay entre su padre y Don García, debe casarse con Catalina, la primogénita del último; pero en realidad está más enamorado de Lucía, la hermana menor, que también le corresponde por su parte.

¿No te da vergüenza llorar por un pájaro, tonta? Tienes razón repuso la niña, haciendo esfuerzos por reír y secándose la lágrima con el pañuelo . Pero me había encariñado con él como con una persona... Ya ves..., ¡hacía tres años que le cuidaba!... El rocío de la Gracia seguía cayendo copiosamente sobre el alma de la primogénita de los señores de Elorza.

Desde entonces el marqués de Peñalta acompañó todas las mañanas a misa a la primogénita de los Elorza, separándose de ella a la puerta de la iglesia y volviendo a juntarse a la salida. María mostraba recibir mucho placer de este acompañamiento. En cuanto a Ricardo, no es necesario encarecer la dicha que de repente cayó sobre él con el cambio efectuado en la conducta de su novia.

Dicen que las mujeres de nuestra alcurnia deben casarse, a cierta edad, con hombres de determinadas condiciones: la casa Miralta cree que no puede entroncar con otra que la de Camposeco, y ésta juzga que vino al mundo para fundirse con la de Miralta; yo soy lo primogénita de una, y Gonzalo es el único heredero de las grandezas y caudales de la otra; se acuerda entre ambas familias que Gonzalo y yo nos casemos... «para que se cumplan las profecías»: no se admiten consultas, ni protestas, ni reparos, porque, como «ellos» dicen, lo principal es que se haga el matrimonio, «lo demás no importa tres cominos»; a esta idea nos vamos haciendo, y a este papel nos vamos acomodando poco a poco el galán y la dama de esta comedia de la buena sociedad... hasta que llega la hora del desenlace, nos echan la bendición, se baja la cortina... y cada comediante o vivir como Dios le a entender.

Tal ves sea lo que usté dise... pero yo no lo puedo remediá... ¡me causan horró todas las penas corporale! Al pronunciar estas palabras sus labios estaban contraídos por una sonrisa de inefable dulzura, mientras sus ojos seguían mirando a la primogénita de Rivera.

De pie, en medio de él, se hallaba la primogénita del señor de Elorza, a medio vestir, y en torno suyo unas cuantas señoras, algunas de ellas de rodillas, que la estaban aderezando lo mismo que si fuese una Virgen de madera. Reinaba gran emoción en todas. Ya le habían puesto un precioso vestido de raso blanco guarnecido por delante desde el pecho hasta los pies con una franja de azahar.