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Y luego, dirigiéndose a , añadió: Yo no quisiera que se extremara tanto en sus devociones; pero no se la puede contener. Su alma es muy vehemente, y una vez que logré dirigirla al santo fin que me proponía, hase inflamado en una piedad estupenda. Es un fuego abrasador su espíritu, no un vano soplo, y la creo capaz de grandes cosas en la esfera de la vida mística que tan celosamente ha abrazado.

Entonces se decidió a casarse; y contra lo que era de esperar de sus devociones y pujos aristocráticos, partió su blasonado lecho con la hija única de un rico ex contratista de carreteras y suministros, rozagante y frescachona, eso , pero no tan hermosa, seguramente, como él la pintaba, quizás en su empeño de justificar con la ley irresistible de una pasión desinteresada, una caída desde lo más alto de las cumbres de su vanidad.

Levantó otra vez los ojos del libro, y exclamó: ¡Por San Lorenzo! ¿no os dije que os fuérais? Ocurrióseme, señor, pediros que me perdonáseis por haber malgastado el precioso tiempo de vuestra majestad, y como vuestra majestad había vuelto á sus devociones...

Era la hija de Lacante, a la que acababa de sorprender en sus devociones de la tarde. Como estaba muy cansado, me fui al hotel y tuve exquisitos sueños de una pureza de arcángel, hasta el punto de hacerme sentir el tener que levantarme de mi mala cama de posada cuando por la mañana tuve que hacerlo para asistir al entierro.

Mira qué impasible está. Desengáñate: él piensa en sus devociones, en sus libros, en sus estudios, en las obras que escribe, y nada se le importa de que estés casada o de que estés soltera. ¡Buen castillo de humo levantó tu orgullo! ¡Curiosa leyenda de amores románticos y desesperados forjaste allá en tus adentros!».

Fatalmente tendrá que encerrarse en su concha. En lugar de tener una piedad sincera e ilustrada, sus desilusiones la impulsan a los extremos de la exaltación religiosa. Será una fanática de las pequeñas devociones, de las pequeñas distracciones y de las ocupaciones pequeñas.

Llegó el verano. Solemnizóse el primer aniversario de la muerte de Doña Blanca con llanto y con misas y otras devociones. El escrúpulo de faltar á la promesa de ser monja se borró al fin de la mente de Clarita. Su madre, al morir, la había absuelto de la promesa. El amor inspirado y sentido la excitaba á no cumplirla.

A pesar de sus prudentes propósitos de retraimiento, una fuerza, al parecer superior a su voluntad, le llevaba a veces a pasar por delante de la casa de Juanita más de lo que era necesario, a ir a la iglesia cuando él sabía que iba a ella con su madre a misa o a sus devociones, y a acudir a la tertulia de los poyetes casi todas las tardes.

Gracias a las almas caritativas, la construcción va echado chispas. Jacinta lo ha tomado con tanto calor, que hoy trabaja más que yo, y maneja el sable con un garbo que me deja tamañita. Tienes unas amigas que valen cualquier cosa. Esta noche he pensado en ti y en tus devociones.

D. Jacinto de la Mota jamás fue hipócrita ni falso en sus devociones, ni en la austeridad de su vida. Educado severamente, muy correcto en todo y guiado por el santo temor de Dios, cumplía con sus deberes, sin el menor asomo de jactancia.