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Pero lo que la hacía más joven era su afabilidad constante, aquel sonreír gracioso y benévolo con que iluminaba su rostro. De veras que no tenían por qué quejarse de su destino aquellas cuatro personas. Se dan casos de individuos y familias a quienes Dios no les debe nada; y sin embargo, piden y piden. Es que hay en la naturaleza humana un vicio de mendicidad; eso no tiene duda.

El Vizconde y yo nos hicimos en seguida muy amigos suyos, y los tres íbamos juntos a todas partes. Claro está que una de las primeras a donde le llevamos fue a la tertulia de la Sra. de Figueredo, la cual le recibió con extremada afabilidad, y dejó conocer desde luego que el inglesito no le había parecido saco de paja.

Anita recibió a Miguel, como ya hemos dicho, con inusitada afabilidad: aquella novedad, aquella frescura despertó en ella, acostumbrada a los semblantes graves y ajados que diariamente la rodeaban, ideas risueñas, la alegría de la juventud.

La mujer es dulce y simpática, aunque hay en su fisonomía un no se qué de varonil sin afectacion. El hombre tiene algo de rudo, de muy oriental, que atrae ó asusta según la manera como se le trata. Si buscáis á un andaluz sevillano por las buenas, con finura y afabilidad, aunque pertenezca al vulgo, le hallareis cordial, expansivo, muy atento y obsequioso. ¡Pero cuidado con andar por las malas!

Y como al decir esto Leticia, su voz, su mirada, sus ademanes y el agitado ondular de su alto seno revelaran una emoción y un fuego que no pedía el punto que se había comenzado a tratar allí, Ángel receló ya de todo..., hasta de la bata y de las babuchas de Leticia; del motivo de su tardanza en recibirle, y de la ocurrencia de recibirle entre el aparato moruno de aquella estancia misteriosa; y dejándose llevar de tan malos pensamientos, también sospechó de los que pudo tener aquella dama para insistir un día y otro en que él la visitara a menudo, y aun entrevió los motivos de que la marquesa de Montálvez no tratara a aquella amiga con la afabilidad que a otras suyas... ¿Quién sabe hasta dónde fueron a parar las sospechas del ingenuo mozo en brevísimos instantes!

En efecto, estos animales acuáticos, por su mansedumbre y afabilidad, son muy aptos para infundir en el corazón del hombre risueñas ideas y sentimientos de paz, y a propósito, por tanto, para contrarestar la impresión fuerte y abrumadora que no puede menos de dejar en el ánimo un estanque de la magnitud de el del Retiro.

Cuando lanzaba una de esas miradas fugaces y vivas como un relámpago de estío, parecía que el alma se asomaba un instante á los ojos, poníase al tanto de todo y se entraba otra vez, y velozmente, en su retiro. Hablaba poco y sonreía á menudo. Los tertulios viejos de D. Marcelino no tenían boca bastante para elogiar su modestia y afabilidad.

Por lo pronto aquella afabilidad era desprecio. ¿Qué había pasado en la catedral? ¿Qué hombre era aquel don Fermín que en una sola conferencia había cambiado aquella mujer? Todo esto pensó en un momento, irritado, con vehemente deseo de salir de dudas y vacilaciones. Pero nada le salió al rostro.

Si su memoria, protestando de aquel falso sistema del mundo, le recordaba que no todo era malo en la tierra, que él había visto a su padre dar trigo a los labriegos pobres o socorrer a los necesitados, que en la tierra existían cariño, afabilidad y amor, que él mismo había llevado hasta los apartados caseríos consejos de paz y de justicia, todo se desvanecía ante la influencia maléfica del pulvis eris que le habían inculcado en el alma.

Oíales Reseguin con afabilidad, consolaba á todos con ternura, y ofrecíales mirar por ellos, como un padre benéfico por sus hijos; prometia hacerles restituir sus bienes, y derramar hasta la última gota de sangre en su defensa, y por tan justa causa.