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Actualizado: 15 de junio de 2025
Prefieren sobre todo los vasos y demás vajilla de plata, para colocarla como un adorno sobre sus mesas, ó las vestimentas estrañas, cubiertas de galones y de bordados relucientes, con que se componen para salir á las procesiones del culto católico, tratando de distinguirse de los demás por lo brillante y singular de tales arreos.
Gastad, gastad, y si no basta con el dinero que ahí está, os daré más. ¡Dios mio! con ese dinero basta para dar un convite de Estado en palacio. Pues bien, el oro hace milagros. Gastad sin miedo, y que la merienda esté dispuesta para las ocho de la noche. Lo estará. El tío Manolillo os llevará á la casa donde habéis de guisar y servir esa merienda. ¿Será necesario buscar vajilla?
Y la vajilla de plata, que daba al comedor un aire tan señorial, los grandes candelabros del salón, no habían salido de casa para blanquearlos el platero; donde estaban era naciendo compañía a las joyas. Todo por unos cuantos miles de reales, que se habían escurrido como agua en aquella criba de deudas y gastos, de infinitos agujeros.
Después que éstos se retiraban, todavía se quedaba mientras los mozos colocaban en su sitio la vajilla y el dueño apuntaba las últimas partidas. Cuando materialmente le echaban del establecimiento se iba a hacer compañía al sereno de la Rúa Nueva, muy su amigo. Charlando con él mataba las horas que aun faltaban para el amanecer.
Yo sólo he ido á llevar vajilla de plata y copas y botellas de cristal á una casa de la calle de Don Pedro. ¡Vajilla! ¡copas! ¡botellas! ¿y dónde?... ¿hacia dónde de la calle de Don Pedro está esa casa? Hace esquina á la calle de la Flor. Quevedo no esperó á saber más.
La mujer sepultada en su casa desde que nace hasta que muere; la mujer á quien se representa como un vacío insondable el espacio que media entre la cuna y el sepulcro; que está acostumbrada á mirar en aquel vacío un ataud, cuya gasa negra no puede suspender; una madre, una esposa, una hija que tiene el hábito de enamorarse hasta del espejo en que se contempla, hasta de la vajilla en que come, hasta del dedal de su costurero: esa mujer cuyo destino está cifrado en amar lo que ve, y no ve otra cosa que el misterio que la rodea; esa mujer que se habitúa á enamorarse de su propio misterio, no puede menos de ser ardientemente patriótica, porque es ardientemente doméstica.
El viajero que llega á Lucban no debe preocuparse por nada teniendo dinero, pues en el tribunal halla buenas y limpias camas, magnífico servicio de mesa, elegante vajilla, fina cristalería y un cocinero municipal bastante aceptable, que cuenta no solo con los recursos de sus conocimientos culinarios, si que también con los abundantes y escogidos surtidos de Europa que guardan los escaparates de dos establecimientos.
Allí cerca estaban amontonados restos de vajilla y de carbón; la valla de un jardín se paraba bruscamente en la roca, y acirates de legumbres, medio invadidos por la hierba, rodeaban un lado de la enorme masa. ¿Quién había escogido tan caprichoso lugar para establecer allí un jardín y para abandonarlo luego? Poco á poco fuí comprendiéndolo.
En la casa no se escuchaba más que la conversación de los criados que departían ó altercaban en la cocina y el choque de la vajilla al ser limpiada. Después de permanecer un rato apoyada en la ventana, resolvióse á salir, no sin haberse procurado una sombrilla y tomar su álbum de dibujos y algunos lápices. Cuando salvó la huerta con ligero paso, el calor había alcanzado su grado máximo.
Es digno de ver el hermoso amor con que está descrita esa hermosa vajilla de loza; una estrofa para cada plato, otros tantos pequeños poemas de un trabajo sencillo y erudito, acabados como una descripción de Teócrito.
Palabra del Dia
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