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Actualizado: 15 de junio de 2025
Mi faz amarillenta y mi largo bigote caído, favorecían el plan. Y cuando a la mañana siguiente, después de haber regateado con los sastres de la calle Cha-Cona, entré en la sala tapizada de seda escarlata, donde ya brillaba la vajilla del almuerzo sobre la mesa de hule negro, la generala retrocedió como si apareciese el propio Tong-Tché, Hijo del Cielo.
Jamás fue hecho otro semejante en reino alguno. 20 Toda la vajilla del rey Salomón era de oro, y toda la vajilla de la casa del bosque del Líbano, de oro puro. En los días de Salomón la plata no era de estima. 21 Porque la flota del rey iba a Tarsis con los siervos de Hiram, y cada tres años solían venir las naves de Tarsis, y traían oro, plata, marfil, simios, y pavos.
Y el paje salió y entró repetidas veces, y acabó de cubrir la mesa en silencio y con sumo respeto, quedando atrás dos pasos é inmóvil después de llenar la copa, como si se hubiera tratado del mismo duque de Lerma, su señor. Es de advertir que la vajilla era de plata cincelada.
Ilumina el comedor, saca la vajilla fina, arregla el gabinete azul y toma del armario la ropa mejor para ponerla en la cama... Que no le falte absolutamente nada. Ayúdala a desvestirse: cualquier cosa que ordene la hacéis inmediatamente. ¿Estás enterada? Sí, señorito; pierda usted cuidado, que se la tratará como quien es.
Da compasión y vergüenza en la República Argentina comparar la colonia alemana o escocesa del Sur de Buenos Aires y la villa que se forma en el interior; en la primera las casitas son pintadas, el frente de la casa siempre aseado, adornado de flores y arbustillos graciosos; el amueblado sencillo, pero completo; la vajilla, de cobre o de estaño, reluciendo siempre; la cama con cortinillas graciosas, y los habitantes, en un movimiento y acción continuos.
Necesito indispensablemente cincuenta pesos, y retirar siquiera hasta mañana, mi diadema de perlas y mis brazaletes para esta noche: en cambio vendrá una vajilla de plata y cuanto tengo en casa. Debo a los músicos tres noches de función; ésta me han dicho decididamente que no tocarán si no les pago. El catalán me ha enviado la cuenta de las velas, y que no enviará más mientras no le satisfaga.
En una de las casas de la calle de Aparicio vivía por los años de 1760 la señora doña Feliciana Chaves de Mesía. Era doña Feliciana lo que se llamaba una mujer muy de su casa y que, a pesar de ser rica hasta el punto de sacar al sol la vajilla de plata labrada y los zurrones de pesos duros, no pensaba en emperejilarse, sino en aumentar su caudal.
Por algunos segundos escucharon con recogimiento y ansiedad aquellos ecos formidables que hacían retemblar la tierra. La mesa se estremecía y el cristal de la vajilla y el de las arañas cantaban con agudo repiqueteo.
En el primero compra vajilla y lámparas, y en el segundo le da vueltas y revueltas á latas y frascos, cuyos rótulos no entiende, pero que no implica para que mande encajonar un buen provisto rancho.
Me apresuré a alejarme, porque me conocía; si hubiera contestado, habría sucedido allí una desgracia. Tomando por caminos extraviados, evité el salón de baile. No me sentía con valor para afrontar las miradas de las madres. En el corredor humeaba una lámpara de cocina; y salía de allí un ruido de vajilla y risotadas de criadas... ¡Puf! Llamé a la puerta del aposento de Yolanda; nadie respondió.
Palabra del Dia
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