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Yo digo que sea el duro pa la meicina; que sea pa los niños, y así ... verás cómo se ablanda... y pué que nos dos... partiremos: te daré á ti dos riales, y.... Anda, ven: ponte este pañuelo en la cara. Señora, yo tengo que hacer, no puedo dijo Clara, que creía no deber darle otra razón menos cortés. ¿Sabe usted dónde está la calle del...?

¿Qué habrá encontrado mi tío Francisco en la carta de mi tío Pedro que así se ablanda de repente, y así me trata? dijo el joven, que había comprendido lo bastante el carácter de su tío para extrañar aquel brillante exabrupto ; por darme de comer, mi tío me hubiera enviado un pote cualquiera, en un plato de Alcorcón; ¡pero esta vajilla! ¡estas velas de cera perfumada!... ¡estos candeleros de plata!... Vamos, mi tío tiene sin duda sus razones para adularme, y me adula á costa del duque de Lerma. ¿En qué vendrá á parar tanto misterio?

Pone iniciales no más agregó Lola ; pero es claro como la luz.... Y dice, por más señas: «ce digne petit fils du Comte d'Almaviva se ruine en fleurs...» Un coro de risas sofocadas brotó del círculo. Lola sabía decir las cosas con cierto ceceo y cierto parpadeo, que las mejoraba en tercio y quinto. ¿Y ella, qué tal, se ablanda? preguntó Pilar.

Esa dama es una rival del vejete que lleva en la solapa el Corazón de Jesús. ¡Famoso usurero! Empezó de mozo de café, y debe tener unos dos millones, después de treinta años de honrada industria. Todo lo que posee lo destina al pueblo de La Turbie, que le ha nombrado su bienhechor. Regala imágenes de santos, ha reconstruído la iglesia... Atención: la dama se ablanda. El préstamo va á realizarse.

El padre de la dama se ablanda; ésta se marcha á Platerías diciendo que va á comprar unas arracadas, pero con el disimulado fin de ver al hidalguillo y oir de sus mismo labios la noticia de la herencia; la Reina se desenoja; el Rey dice que les ha de casar, ó deja de ser quien es.

1 Hijo mío, guarda mis razones, y encierra contigo mis mandamientos. 2 Guarda mis mandamientos, y vivirás; y mi ley como las niñas de tus ojos. 3 Lígalos a tus dedos; escríbelos en la tabla de tu corazón. 5 para que te guarden de la mujer ajena, y de la extraña que ablanda sus palabras. 6 Porque mirando yo por la ventana de mi casa, por mi celosía,

En la suave sombra del retiro hallé la paz, la paz que a un mismo tiempo nos ablanda y fortalece, y que mira tranquila los golpes de la suerte como el santo mira los sepulcros. ¡Dulce olvido de la marcha del tiempo, suave alejamiento de los hombres, que llevas a amarlos más que su trato!, sacas blandamente de la herida el dardo que en el alma clavó la injusticia.

Manuel salió conmovido enjugándose los ojos, a pesar de haber visto tanta sangre y tantas agonías en su carrera militar; ¡tan cierto es, que el alma más estoica se ablanda a vista de la muerte, cuando no se fuerza al hombre a considerarla como un átomo lanzado en el insondable abismo, que abren a tantos miles el orgullo y la ambición de los que sin autoridad, sin derecho ni razón, han querido imponer al mundo su personalidad o sus ideas!

¡Oh, no hay tiempo! Tenemos que ir a ver la maravilla mayor, y el atrevimiento que ablanda al verlo el corazón, y hace sentir como deseo de abrazar a los hombres y de llamarlos hermanos. Volvamos al jardín. Entremos por el pórtico del Palacio de las Industrias.

La malva es humilde; no requiere cultivo, ni necesita ninguna clase de cuidado. Crece en cualquier sitio, y es tan modesta y tan exorable, que aun las mismas durezas y tumefacciones de los hombres ablanda. Pero con ser tan humilde, guarda esta hierba una ambición secreta y de tal magnitud, que casi se puede afirmar que es una monstruosidad. ¡Esta planta está enamorada del sol!