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Entretanto, allá en la ribera, hacia la punta de San Felipe, una muchacha, con los zapatos despedazados y echada de pechos sobre la última roca, miraba, sollozando, aquellas luces mortecinas, cada vez más pequeñas, cada vez más lejanas; y la marea, aislando poco a poco el escollo, jugaba con su manto verduzco, apagaba sus lamentos, se llevaba sus lágrimas, y le murmuraba al oído enorme y despiadada canción que reía con las espumas.

Los ojos, en lo más hondo de sus cuencas, circundados de una aureola de arrugas, brillaban como estrellas mortecinas en el fondo de un pozo. Su miseria física era el resultado de una fatiga prolongada años y más años, de una alimentación insípida de pan, sólo de pan.

Cuando, al contrario, el sol desciende hacia occidente, el valle se oscurece y las sombras se extienden. Algunos objetos más elevados se hacen notar aún con sus reflejos de oro entre las nubes de púrpura; pero esas luces mortecinas no brillan en ninguna parte con más esplendor que sobre la superficie del río, que se precipita centelleante y lo envuelve todo en una amplia franja de fuego.

Llegaron en solemne y lenta procesión, después de cruzar varios corredores, a la gótica capilla del palacio, que parecía aguardarlos con sus mortecinas luces encendidas. Se descubrieron. Entraron. Persignáronse.

Y hay que volver al siniestro paseo por la enorme ciudad solitaria... Las luces brillan mortecinas; un perro aúlla en la lejanía. Y cuando, golpeada la tercera puerta, nos han abierto, yo he bajado de la tartana perplejo y asombrado. , que hay habitación.

Sobre el hule que cubría la camilla estaba el rosario de Tirso y un librito de lecturas devotas, con las tapas abarquilladas y mugrientas. Hablemos bajo comenzó diciendo Pepe. Y el diálogo prosiguió en frases mortecinas, cobrando, en cambio, los rostros toda la energía que faltaba a la expresión de las palabras.

De todos estos primores de la naturaleza, sólo alcanzaba a la villa tal cual penacho de mortecinas flores, que algunos frutales raquíticos dejaban ver sobre los mohosos lomos de esta y de la otra tapia, aun en las calles más céntricas, como anuncio burlesco de una fruta que no había de llegar a la madurez.

Esos son demonios de mayores ocupaciones le respondió la voz : demonio más por menudo soy, aunque me meto en todo: yo soy las pulgas del infierno, la chisme , el enredo, la usura, la mohatra; yo truje al mundo la zarabanda , el déligo , la chacona , el bullicuzcuz , las cosquillas de la capona , el guiriguirigay, el zambapalo, la mariona, el avilipinti, el pollo, la carretería, el hermano Bartolo, el carcañal, el guineo, el colorín colorado ; yo inventé las pandorgas ; las jácaras , las papalatas , los comos , las mortecinas , los títeres , los volatines , los saltambancos , los maesecorales , y, al fin, yo me llamo el Diablo Cojuelo.

Al pié de la balaustrada, a lo largo del atrio y a la orilla de las aceras, puestos de cacahuates, de torrados, de nueces, iluminados con hogueras de ocote, y algunos con mortecinas linternas.

Andaban siempre absortas en la supuesta contemplación, mortecinas y descoloridas, y sentían un ardor terrible que las quemaba, unos saltos y ahíncos en el corazón que las atormentaba, y una rabia y molimiento en todos sus huesos y miembros que las tenía desatinadas y descoyuntadas..... El padre Alvarez les certificaba que aquello era efecto y gracia del Espíritu Santo; y llevando al último extremo la profanación y el sacrilegio, comulgaba diariamente á sus beatas con varias hostias y partículas, diciéndoles que mientras más Formas, más gracia, y que no duraba la gracia en el alma más de cuanto duraban las especies sacramentales