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Maltrana besó aquel hermano inesperado que de repente surgía en su familia; vio en el lío de ropas mojadas y malolientes una cabeza enorme sobre un cuello delgado; un cuerpecillo débil que anunciaba una fealdad igual a la suya. Desde entonces dividió sus caricias entre el chiquitín y el pobre Capitán, que parecía celoso de este huésped que monopolizaba todas las atenciones de la familia.

Los negros nubarrones huyen rápidos y caen los rayos del sol sobre los campos, haciendo humear las mojadas praderas y brillar como diamantes las gotas de lluvia en los manzanos en flor.

Cuando menos, déjese usted abrigar. Quítese esas ropas que chorrean. Antes de que pudiera negarse, Rafael y la vieja le despojaron de la chaqueta y el chaleco, envolviéndole en el capote, mientras Zarandilla colocaba ante el fuego las ropas mojadas, que despedían un humo tenue. Acariciado por el calor, Salvatierra se mostró más comunicativo.

¿Y las de usted? le dijo a él Nieves viendo cómo le chorreaba el agua por las perneras abajo , ¿ son ropas mojadas? Las mías respondió Leto, no hacen daño donde están ahora: somos antiguos y buenos amigos el agua salada y yo... Además, ya están casi secas y acabarán de secarse al aire libre, adonde voy a ponerlas enseguida con el permiso de usted.

Consiste en que D. José Salamanca no sabe amar con el amor de la imaginacion, con el amor del pensamiento, con el amor purísimo de la fe; don José Salamanca no puede amar con ese rescoldo suave que siente el alma, cuando contemplamos un cuadro sublime, como cuando vemos en un cielo azul, casi mojadas por la lluvia de la tempestad, las franjas encendidas del arco íris.

¡Provenza ha de vivir eternamente en Mireya y en Calendal! ¡Basta de poesía! dijo Mistral, cerrando su cuaderno. Es preciso ver la fiesta. Salimos. Todo el pueblo estaba en las calles; un ramalazo de cierzo había disipado las nubes del cielo, que brillaba alegremente sobre las rojas techumbres, mojadas por la lluvia. Llegamos a tiempo de presenciar la procesión que regresaba.

Brillaban sobre la espalda del río mil escamas argentadas, mil ampollitas lucientes, que parecían caídas del alto cielo dormido. Sumergí los dedos en el agua, y la hallé tibia. Se lo dije a Gloria, y se inclinó para hacer lo mismo. Después nuestras manos mojadas cambiaron un dulce y corto apretón, que nadie vio. Volvimos a sentirnos acariciados por la onda silenciosa de la noche.

Después, cogidos de la mano, se quedaron silenciosos y recogidos, con los ojos fijos en aquel frágil emblema de su amor. Y cuando la mecha se carbonizaba, cuando la cera corría mal, eran de ver sus frentes sombrías y sus pupilas mojadas. La operación fue larga aunque los cirios eran modestos, pero los novios esperaron paciente y pasivamente siguiendo las etapas de su común destino...

Era un trabajo pesado para hacerlo solo, con mis ropas mojadas adheridas a mi cuerpo, heladas y duras por el frío terrible; pero perseveré sin embargo, decidido, si posible era, a volverla a la vida, y esto lo conseguí felizmente media hora después. Al principio no pudo pronunciar una palabra, y yo no la interrogué.

Estaba vestido, conservando las mismas ropas, mojadas por la lluvia de la noche anterior. Una pulmonía de padre y señor mío dijo el doctor arrojando la cerilla y saliendo del camastro otra vez de rodillas. Afuera, junto al fogón, escribió una receta en una hoja de su cartera, encargando al pobre pinche, que después de la visita parecía más tranquilo, que bajase por los medicamentos al hospital.