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Cada roca esparcía el terror y el regocijo a un tiempo. La movible batería de brazos disparaba ruidosa metralla, cubriendo el aire de objetos; los cristales caían rotos, y hasta las persianas quedaban desvencijadas bajo la granizada de confites. En los balcones, las señoritas cubríanse el rostro con el abanico, temerosas al par que satisfechas de que las acribillasen con tan brutales obsequios.

Calzaban alpargatas, cubríanse la cabeza con boinas, pero encima de ellas, como si fuesen las enseñas del oficio, llevaban con solemnidad, uno de ellos un sombrero de copa, y el otro una teja de cura de un negro verdoso.

Ya no se atrevia á conversar con la reyna con aquella serena libertad que tanto á entrámbos habia embelesado; cubríanse de una nube sus ojos; eran sus razones confusas y mal hiladas; baxaba los ojos; y quando involuntariamente en Astarte los ponia, encontraba los suyos bañados en lágrimas, de donde salian inflamados rayos.

No cómo expresarle continuó diciendo la joven hasta qué punto me entristece la idea de su marcha. Mientras hablaba, sus clarísimos ojos se ensombrecían y cubríanse de una sutil humedad, por lo que Delaberge comprendió que eran absolutamente sinceras sus palabras. repuso Francisco también profundamente conmovido; vengo a despedirme de usted; probablemente marcharé mañana.

Cubríanse de hojas tiernas los esbeltos chopos que bordeaban el camino; en los huertos, los naranjos calentados por la nueva savia abrían sus brotes, preparándose a lanzar como una explosión de perfume la blanca flor del azahar; en los ribazos crecían entre enmarañadas cabelleras de hierba las primeras flores.

Anunciábase desde el dia de la víspera con música de clarines y de un tambor, con acompañamiento de un alguacil y de un pregonero que recorría las calles de la carrera anunciando la fiesta, las cuales cubríanse de arrayán, y cuyas casas lucían ricas colgaduras, siendo entre todas las más vistosas las tapicerías que adornaban los muros exteriores de la iglesia, lanzándose cohetes que aumentaban la pública alegría.

Se ornaban los pechos de las señoras con estas chucherías brillantes; la solapa de todo smoking lucía como una condecoración la banderita nacional del portador. Cubríanse las cabezas con los gorros de papel de seda, crestas de aves, mitras asiáticas, sombreros de clown, que contrastaban grotescamente con el gesto ávido de los comilones.

Algunos troncos faltos de hojas cubríanse de colgantes pabellones de fibras, semejantes a vestiduras que cayesen en andrajos. Al otro lado del camino, por entre la empalizada de los troncos y las copas de los árboles crecidos en la pendiente, mostrábanse a cada revuelta la ciudad y la bahía. Las masas de techumbres rojas y pardas estaban igualadas por la distancia.

Las mujeres, puestas de pie sobre las sillas, miraban con nerviosa curiosidad la nube de humo erizada de relámpagos que se acercaba, dejando tras un ambiente cargado de azufre y voladoras pavesas; y cuando el estruendo llegaba frente a ellas, cubríanse los rostros con los abanicos, hundían la cabeza en el pecho, o sin dejar de reír, llevábanse las manos a los oídos, como si no pudieran resistir el trueno continuo, cuya intensidad subía o bajaba, llegando en algunos instantes, con la violencia de la explosión, a hacer el vacío, dejando sin aire los pulmones.

Las áridas cercanías de Madrid embellecíanse con la llegada de la primavera. Cubríanse los cerros de verde al crecer la cabellera de las cebadas y los trigos. En las cañadas, los grupos de almendros adornábanse con flores: unas blancas como el nácar; otras sonrosadas, con el color de la carne femenil. Las lilas pendían como racimos de violetas de las altas ramas.