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Pareció adicto de corazon á la reyna, y hubiera deseado que Zadig se hubiera hallado entre los competidores á la corona; pero no merecen los hombres, añadió, tener un rey como Zadig. Abochornado este sentia crecer su dolor.

Como yo veo que se celebra la sabiduría que no tiene este Poeta, que desprecia la Religion Christiana, que alaba los vicios mas abominables, protege el materialismo, desautoriza lo mas sagrado, así Secular como Eclesiástico, y que habla de todo, como si todo lo supiese: diré sin reparo lo que á puede tocarme, que es el defecto de lógica, que generalmente reyna en sus obras, para que se miren, como lo merecen, casi siempre opuestas á la razon.

No sin fundamento algunos han llamado á la opinion Reyna del mundo, por lo poco que se cuida de averiguar con certeza la verdad. El vulgo ínfimo que suelen llamar de escalera abaxo, es en esto de mejor condicion que el vulgo alto, que llaman de escalera arriba.

Y porque agora el Rey e Reyna nuestros señores tienen e dexaron en el dicho castillo de Triana dos leones que han menester los dichos çinco mill maravedises e mucho más para de que sean mantenidos á vuestra merced suplico mande que los dichos judíos me den e paguen los dichos cinco mil maravedises de cada año para ayuda al mantenimiento de los dichos leones en lo cual al Rey e Reyna nuestros señores fareys seruiçio e á mi fareys merced .

Acordándose entónces la reyna de lo que habia en el trozo del libro de memoria de Zadig, mandó que se le traxesen, y confrontando ámbos trozos se vió que venia uno con otro; y los versos de Zadig, leidos como él los habia escrito, eran los siguientes: Un monstruo detestable es la sangrienta guerra; Hoy rige la Caldea en paz el rey sin sustos: Su trono incontrastable amor tiene en la tierra; El poder mismo afea quien no goza sus gustos.

Figuraba el horizonte el nacimiento del sol, como para denotar que esta horrenda catástrofe debia executarse al rayar de la aurora. Luego que hubo acabado, se fué corriendo al aposento de una dama de Astarte, la despertó, y le dixo por señas que era menester que llevara al instante aquel quadro á la reyna.

Hasta ahora todas mis cosas han tomado raro giro: me han condenado á una multa por haber visto pasar una perra; ha estado en poco que me empalaran por un grifo; he sido condenado á muerte por haber compuesto unos versos en alabanza del rey; me he huido á uña de caballo de la horca, porque gastaba la reyna cintas amarillas; y ahora soy esclavo contigo, porque un zafio ha aporreado á su dama.

No contó su historia el pescador sin hacer muchas pausas, y á cada una le decia Zadig, arrebatado y fuera de : ¿Con que nada sabeis de la suerte de la reyna? No, señor, respondia el pescador; lo que , es que ni la reyna ni Zadig me han pagado mis requesones, que me han robado á mi muger, y que estoy desesperado. Yo espero, dixo Zadig, que no habeis de perder todo vuestro dinero.

Yo no lo , replicó Arbogad; lo que , es que Moabdar se volvió loco, que fué muerto, que Babilonia esta hecha una cueva de ladrones, todo el imperio en la desolacion, que se pueden dar buenos golpes, y que yo por mi parte he dado algunos ballantes. Pero la reyna, dixo Zadig, ¿por vida vuestra nada sabeis de la suerte de la reyna?

Aseguran los anales secretos de Babilonia, que cayó una vez en la tentacion, pero que quedó pasmado de gozar sin deleyte, y de tener su dama en sus brazos distraido. Era aquella á quien sin pensar dió pruebas de su proteccion, una camarista de la reyna Astarte.