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Prudencio de Sandoval, Vida de Carlos V. Para el conocimiento de la desgraciada empresa de los Gelves en 1510, son de consultar, á más de los autores citados en las notas anteriores, Luis del Mármol, Descripción del África. Reino de Túnez. Bernáldez, Crónica de los Reyes Católicos. Zurita, Anales de Aragón y Vida de D. Fernando. Álvaro Gómez, De rebus gestis. Oviedo, Quincuagenas, Q. I, Est.

Merece también conocerse lo que refiere Ortiz de Zúñiga en los Anales de Sevilla, puesto que menciona representaciones hechas en el año 1327 para solemnizar la entrada de Alfonso XI en dicha ciudad: «De Córdova vino el Rey á Sevilla, y aunque no consta el día de su entrada, estava en ella á 10 de julio, y fué recibido con la solemnidad que pondera su crónica.

Sirva de ejemplo el siguiente: E de tal razon com esta Vos direi com huna vez A Virgen Santa María Un muy gran miragre fez Por lo bon Rey Don Fernando Que foi comprido de prez. V. los Anales de Sevilla, tomo I, pág. 301. Historia de las grandezas de Avila, por Fr. Luis de Ariz, parte II, pág. 37. Masdeu, Historia crítica de España, tomo XIII, pág. 327. Masdeu, tomo XIII, págs. 198 y 277.

Según los anales etiópicos, allá en tiempo del Rey Salomón, hubo en Etiopía una señora llamada Makeda que no fue otra sino la misma reina de Sabá, la cual visitó al monarca de Israel, examinó y tomó el pulso a su sabiduría poniéndole mil acertijos y enigmas, y le enamoró además, hasta el punto de volver ella a su país muy ilustrada y en estado interesante.

La tradición toledana del Cristo de la Vega, que dió origen á la conocida leyenda de Zorrilla, A buen juez mejor testigo, existe también en Sevilla con alguna variante; así lo prueban Fray Juan de Zalamanco en su Merced de María Coronado, Pedro de San Cecilio, en sus Anales de la Orden de los mercenarios, Fray Juan de Mesa, Muñana y Alonso Sánchez Gordillo.

Para completar el cuadro histórico de este insigne monumento, museo de todos cuantos estilos arquitectónicos se han sucedido en España, creemos conveniente continuar el resúmen de sus anales; los cuales por otra parte contribuirán á esplicar mejor la fiel correspondencia entre el arte y la situacion social de cada época.

Aquellos anales dicen que los habitantes de las islas manifestaban gran soberbia y vanidad en la nobleza, de tal modo, que no se casaba por nada del mundo el hijo del noble con la plebeya. En otro lugar añade, que los chamorris tenían mayorazgos de cocales, plátanos y otros árboles.

En este sentido llegó a escribir un artículo luminoso que envió a los Anales de las ciencias naturales, ya que sus revistas El mundo orgánico y El mundo inorgánico no se publicaban hacía tiempo por falta de dinero. Desgraciadamente no fue posible insertarlo, ni allí ni en otra revista extranjera adonde lo remitió. Los celos de sus colegas le perseguían, como ha sucedido siempre en tales casos.

¿No han vuestras mercedes leído -respondió don Quijote- los anales e historias de Ingalaterra, donde se tratan las famosas fazañas del rey Arturo, que continuamente en nuestro romance castellano llamamos el rey Artús, de quien es tradición antigua y común en todo aquel reino de la Gran Bretaña que este rey no murió, sino que, por arte de encantamento, se convirtió en cuervo, y que, andando los tiempos, ha de volver a reinar y a cobrar su reino y cetro; a cuya causa no se probará que desde aquel tiempo a éste haya ningún inglés muerto cuervo alguno?

«Domingo Abad de los Romances y Nicolás de los Romances quedaron avecindados en Sevilla, que consta de escrituras del archivo de la Santa IglesiaDiego Ortiz de Zúñiga, Anales eclesiásticos y seculares de Sevilla. Edición de Madrid, 1795, tomo I, pág. 196.