United States or North Korea ? Vote for the TOP Country of the Week !


Con la llaneza de Astarte, con sus tiernas razones de que empezaba á sonrojarse, con sus miradas que procuraba apartar de él, y que en las suyas se clavaban, se encendió en el pecho de Zadig un fuego que á él propio le pasmaba. Combatió, llamo á su auxîlio la filosofía que siempre le habia socorrido; pero esta ni alumbró su entendimiento, ni alivió su ánimo.

Miéntras que andan buscando su basilisco, voy á informaros, dixo la hermosa Astarte, de todo lo que he padecido, y que perdono al cielo una vez que vuelvo á veros.

Y durante todo el día, Astarté resplandece brillante y fuerte en el cielo, en tanto que siempre hacia ella, mi querida Eulalia, levanta sus ojos de esposa, en tanto que siempre hacia ella mi joven Eulalia eleva sus bellos ojos violetas!... UN ENSUE

Mas no quisiéron que el primer puesto del mundo, que era el de esposo de Astarte y monarca de Babilonia, pendiese de enredos y partidos; y juráron reconocer por rey al mas valiente y discreto.

Mas quando luego tornando en , y entrando dentro de su corazon, pensaba en Astarte, muerta acaso á causa de él, todo el universo desaparecia, y no vía mas que á la moribunda Astarte y al malhadado Zadig. Agitado de este fluxo y refluxo de sublime filosofía y de acerbo duelo, caminaba hácia las fronteras de Egipto, y ya habia llegado su fiel criado al primer pueblo, y le buscaba alojamiento.

A un muerto que estuvo privado de sepultura: llama a Astarte. Sombra o espiritu, sea lo que seas, que conservas todavia una parte de tu primera forma, o tu forma entera, sal de la tierra y vuelve a ver el dia.

Aseguran los anales secretos de Babilonia, que cayó una vez en la tentacion, pero que quedó pasmado de gozar sin deleyte, y de tener su dama en sus brazos distraido. Era aquella á quien sin pensar dió pruebas de su proteccion, una camarista de la reyna Astarte.

Ya no se atrevia á conversar con la reyna con aquella serena libertad que tanto á entrámbos habia embelesado; cubríanse de una nube sus ojos; eran sus razones confusas y mal hiladas; baxaba los ojos; y quando involuntariamente en Astarte los ponia, encontraba los suyos bañados en lágrimas, de donde salian inflamados rayos.

Me acuerdo que una tarde a la hora del crepusculo, una tarde semejante a esta, la nube rojiza que corona la cima del monte Eigher estaba en el mismo parage, y quizas era la misma nube, el viento era flojo y tempestuoso, la luna empezaba a lucir sobre el manto de nieve que cubre las montanas; el conde Manfredo estaba como ahora en su torre: ?que hacia alli? lo ignoramos; pero estaba con el la sola companera de sus paseos solitarios y de sus desvelos, el unico ser viviente a quien manifestaba amar; los lazos de la sangre se lo ordenaban, es cierto; era su querida Astarte; era su... ?Quien esta, ahi?

Y cuando la noche ya avanza de estrellas al vago tremer, al fin de la oscura avenida un lánguido rayo se ve, fulgor diamantino que anuncia de fúnebre velo al través, que emerge de nube fantástica la Luna, la blanca Astarté. Y yo dije a mi alma: «Más que Diana ardiente, aquella misteriosa Luna rueda al través de un éter de suspiros; lágrimas de su faz una por una caen donde el gusano nunca muere.