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Pero Diana no procedía con el mismo tacto y abrumaba a su prima con alusiones más o menos veladas sobre los obsequios siempre excesivos de Huberto Martholl. Estos temas de conversación eran dolorosos para Juan, y le aumentaban el deseo que tenía de huir de Pervenches. La ocasión que buscaba se presentó en breve. Un día, paseando, habló con entusiasmo a Bertrán, de la Alemania y de la Selva Negra.

Algunos entrecerraban los párpados para soñar mejor en las comarcas lejanas, donde se llegaba de golpe a la riqueza, sin la infamante paciencia del mercader, y veían pasar por su imaginación tierras inverosímiles, en las cuales el pie topaba a cada paso con venas de oro desnudo. Los que llegaban de Italia traían obsequios y misivas y daban las últimas noticias acerca del turco.

Pero fuera de luces para la iglesia y obsequios a sus amigos, que no les hablasen de sacar dinero del bolsisillo, como no fuese en provecho y regalo propio; jamás prestaron un duro, ni dieron un perro chico; no conocían el favor, sino por pedirlo, ni la limosna, sino por saber que otros la hacían.

Allí nada me divertía ni me consolaba; pasé el día sin comer, huraña, renuente a las atenciones del padre y a los obsequios de una anciana, ama de gobierno de aquella modesta casa. Me acurruqué en el sofá, y allí me rindió el sueño, y de allí me llevaron a la cama. A media noche desperté, llorando, llamando a mi mamá.

Esto me consoló algún tanto, y fue preciso ceder; un día malo dije para mi cualquiera lo pasa; en este mundo, para conservar amigos, es preciso tener el valor de aguantar sus obsequios. No faltarás si no quieres que riñamos. No faltaré dije con voz exánime y ánimo decaído, como el zorro que se revuelve inútilmente dentro de la trampa donde se ha dejado tomar.

LEONIE. A pesar de mi profesión, yo, hijo mío, soy una buena muchacha... ¡Es que no tienes confianza con tu madrina...! Yo pensé: «¡Si me descubro, no me escribirá con tanta franqueza...!» Además, hubiera usted dejado de enviarme las golosinas y los obsequios, que yo repartía entre mis compañeros. ¡Fuí muy culpable y ahora sufro el castigo de mi disimulo...! CIRILO. ¡Soy cura...!

Como no podía concebir que mujer alguna rechazase los obsequios de su querido, estaba persuadida de que Paca los alentaba. Esta, al principio, no dió importancia á su actitud: la vió triste y seria, y pensó que su desgraciada situación y el desvío cada vez más acentuado de Velázquez eran la causa.

Según los historiadores, cuando regresó el rey René de Anjou de su desventurada expedición de Nápoles en 1442 entre los obsequios que recibió al detenerse en Florencia, fué el de una leona que estimó mucho, porque era, aficionado á las bestias raras .

¡Santo Dios! yo te doy gracias, exclamo respirando, como el ciervo que acaba de escaparse de una docena de perros, y que oye ya apenas sus ladridos; para de aquí en adelante no te pido riquezas, no te pido empleos, no honores; líbrame de los convites caseros y de días de días: líbrame de estas casas en que es un convite un acontecimiento; en que sólo se pone la mesa decente para los convidados; en que creen hacer obsequios cuando dan mortificaciones; en que se hacen finezas; en que se dicen versos; en que hay niños; en que hay gordos; en que reina, en fin, la brutal franqueza de los castellanos viejos.

La prueba de su riqueza era el espléndido regalo que enviara últimamente a su novia... La bombonera que mencionó don Mariano Vázquez se había convertido, para aquellas imaginaciones meridionales, en un cofre artístico lleno de piedras preciosas; perlas, diamantes, rubíes, zafiros... ¿Quién podía hacer semejantes obsequios en el Tandil?... ¡Esas mujeres! ¡Bien las conocería Mefistófeles cuando aconsejó a Fausto que regalara aquellas magníficas joyas a la pequeña y modesta Margarita!