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Sonrió al enterarse de que Ulises quería salir inmediatamente para Nápoles. «Hace usted bien...» El tren partía dos horas más tarde. Y lo metió en un coche de alquiler, desapareciendo con precipitación. El capitán, al quedarse solo, casi creyó que había soñado lo de los días anteriores. Volvía á ver Palermo después de una ausencia de largos años.

Juanita ha legado, al morir, a su hermana todos los bienes de que ella podía disponer; todos los que poseía en el reino de Nápoles, que son de mucha consideración.

por cierto: á prima noche, cuando os libré de los alguaciles que os llevaban á Segovia, para entregaros á cierta dama, me ofrecísteis si os soltaba dinero y una compañía en los tercios de Nápoles.

Se consideraba responsable de la muerte de su compañero. Lo había conocido en Nápoles pocos días antes, pero estaban unidos por la estrecha fraternidad de los compatriotas jóvenes que se tropiezan lejos de su país. Los dos habían nacido en Barcelona.

La esperanza hizo que Ulises obedeciese á Freya, deseosa de llegar cuanto antes á Nápoles. Allá abajo, en la curva de luces vecinas al golfo, estaba el hotel, y el marino lo veía como un lugar de felicidad. ¡Di que ! susurró en el oído de ella, cortando las palabras con besos . ¡Di que será esta noche!...

Sonó en la ventana su voz de barítono cantando una de las canciones de Nápoles. ¡Oh dulce tierra! ¡dulce golfo!... Aquel era el lugar más hermoso del mundo. Satisfecho y orgulloso de su suerte, hubiese querido abrazar las olas, las islas, la ciudad, el Vesubio. El timbre repiqueteó con impaciencia en el corredor.

Volviéronla a la presencia del lastimado padre; preguntáronle su desgracia; confesó sin apremio que Vicente de la Roca la había engañado, y debajo de su palabra de ser su esposo la persuadió que dejase la casa de su padre; que él la llevaría a la más rica y más viciosa ciudad que había en todo el universo mundo, que era Nápoles; y que ella, mal advertida y peor engañada, le había creído; y, robando a su padre, se le entregó la misma noche que había faltado; y que él la llevó a un áspero monte, y la encerró en aquella cueva donde la habían hallado.

¡Su padre! dijo ella con desesperación . ¡Su padre!... Y clavó los ojos en el piloto, como si pretendiese hablarle con ellos. Tòni sabía mejor que nadie quién era este padre y por qué razones se había quedado en Nápoles.

»Lo único que en todas mis hipótesis había de cierto, es que Gerardo era un buen padre, que adoraba a su pequeño Carlos, a su hijo, y que se privaría de todo, hasta de su guitarra, por proporcionarle un juguete o un vestido nuevo. El pobre niño estaba enfermo, sufría mucho, y el sol de Nápoles era casi su existencia; a esto debíase la inquietud de Gerardo.

Fuélo tambien el alcaide de Alhama Luis Fernandez Portocarrero, que murió en Nápoles, adonde le enviaba el Rey Católico á compartir con el Gran Capitan el cargo de general en gefe. VUELO POR LA CAMPI