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Eran los seres pacienzudos, honradotes y laboriosos a quienes la insolencia valenciana designa con el apodo de churros, título entre compasivo e infamante.

La multitud se mostraba sorda; quería que fuese todo propiedad de la «señorona», para de esta manera satisfacer su cólera sin escrúpulos. Y continuaba dando gritos, en los que se repetía la palabra infamante. De pronto, Robledo, que braceaba sobre su caballo dando órdenes inútiles, consiguió hacerse oir. Los asaltantes parecían cansados.

No podía ya morir peleando y matando, pero podía y debía morir en seguida antes de caer en infamante cautiverio. Abdul ben Hixen ya pidió con ruegos, ya ordenó con furia que le matasen a los cuatro soldados fieles que estaban cerca de él, al médico impasible y al jefe de los eunucos que le miraba lleno de asombro y temblaba como un azogado.

Moriste dichoso, sin ver que sobre el pecho la sombra del ala extendida y las garras del buitre voraz. La suerte está echada. Borraste el padrón infamante, y en su híspida senda tu pueblo camina adelante. Tal vez llegue al fin, o tal vez lo sepulte el alud. Ya el árbol, nutrido con sangre y acerbos dolores, sonríe en sus frutos y espera en sus vírgenes flores.

La operación fué más fácil y más pronta para anilla de la pierna. La cadena cayó al suelo y Jacobo pudo extender sus miembros, libres ya del infamante lazo. Tragomer cogió la cadena y se disponía á ocultarla, pero Jacobo dijo: Arranca esas dos anillas; quiero llevármelas.

Al mismo tiempo que un acto de arrepentimiento lo será de cordura. No nos engañemos; aun cuando haga triunfar la verdad y pruebe mi inocencia, siempre estaré marcado por una nota infamante. Una mancha como la que yo he recibido no se lava jamás por completo. Las caras de mis amigos permanecerán frías y las manos se me tenderán con vacilación.

No penséis en nuestro casamiento: ¿cómo podría resolverme a llevar un nombre que hoy o mañana puede ser deshonrado por una sentencia infamante?

Febrer, ante este insulto, tembló, guardándose el revólver en la faja. ¡Su madre, su pobre madre, pálida, enferma, dulce como una santa, resucitando con el más infamante de los insultos en la boca de aquel presidiario!... Anduvo instintivamente hacia la puerta, tropezando a los pocos pasos con la mesa y las sillas amontonadas.

Este desfile de suntuosidad abrumadora, corriente de movibles patíbulos con rostros cadavéricos y vestiduras deslumbrantes, prolongábase toda la noche, frívolo, alegre y teatral. En vano lanzaban los cobres sus gemidos de muerte, llorando la más ruidosa de las injusticias, la muerte infamante de un Dios. La Naturaleza no se conmovía, uniéndose a este dolor tradicional.

Ramiro experimentó rápido calofrío, y cuando, al verle montar en la infamante cabalgadura, advirtió que sus manos estaban ligadas por negro listón y que de su pie derecho pendía una cadena, sintió que hubiera dado allí mismo la vida por libertar a aquel hombre magnífico, víctima de su rancia altivez castellana.