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11 Tu siervo es además amonestado con ellos; en guardarlos hay grande galardón. 12 Los errores, ¿quién los entenderá? De los encubiertos me libra. 13 Detén asimismo a tu siervo de las soberbias; que no se enseñoreen de ; entonces seré perfecto, y estaré limpio de gran rebelión. 14 Sean gratos los dichos de mi boca y la meditación de mi corazón delante de ti, oh SE

¡Que si quiero que se me haga justicia! pues ya lo creo; ¡á Dios la pido! ¡á Dios clamo por ella!... y estaré clamando hasta que la consiga... Pues aligerad. ¿A dónde me lleváis? A casa de otra alma desconsolada. No hay alma más desconsolada que la mía. ¡Quién sabe, Montiño! ¡quién sabe! pero andad, andad. ¿Y quién es esa otra alma desconsolada? Una mujer que está enamorada de vuestro sobrino.

Yo entiendo que mi padre Irá presto a Granada O que tendrá otro justo impedimento Que a nuestra vida cuadre, Y yo estaré ocupada En sólo este cuidado y pensamiento. ABIND. Y en este apartamiento, ¿Qué me dejas por vida, Si la vida me llevas? JARIFA. La esperanza y las nuevas De que será tan presto tu partida. ABIND. ¡Al fin te vas, señora! ¡Triste de , si yo me muero agora!

Pero mujer... Déjame, voy a tirar de la campanilla. Tonto... loco... estate quieto o te pego. Que se levanten todos en la casa para que sepan... Pero, ¿es farsa tuya? , te lo conozco en los ojos. Si no te estás quieto, no te digo más... Bueno, pues me estaré quieto... Pero responde, ¿es presunción tuya o...? Es certeza. ¿Estás segura?

Porque no tengo a muy honesta señal haberse vuesa merced levantado de su lecho. -Eso mesmo es bien que yo pregunte, señora -respondió don Quijote-; y así, pregunto si estaré yo seguro de ser acometido y forzado. ¿De quién o a quién pedís, señor caballero, esa seguridad? -respondió la dueña.

¿De modo que me estaré aquí hasta anochecida? No, porque tengo que hacer, tengo que salir...». ¡Don José puso una cara tan triste!... Sus ojos vivos se amortiguaron como la llama de la exhausta lámpara colgada delante del santo. «Tengo que hacer dijo Isidora, sacando una carta . Y usted me va a hacer el favor de llevar ahora mismo esta carta a Joaquín». Don José dio un gran suspiro.

Como has desaparecido de la corte, como te has encerrado, temo que sea una verdad dolorosa lo que sospecho. Si la deshonra te amenaza confía en : yo te salvaré. Pero contéstame. Mañana á la noche estaré, después de las doce, á los pies de tus ventanas que dan á la calle excusada. Tanto tardó el duque en componer esta carta, que ya era de noche cuando concluyó.

La verdad no está todavía en nuestro bolsillo, dijo Jacobo, pero lo estará esta noche. Tragomer movió la cabeza con aire preocupado. Mientras no tenga en la mano las pruebas materiales, la confesión de la culpable, no estaré tranquilo. ¡Bah! ¿Qué teme usted todavía? preguntó Marenval impaciente. Que Sorege haga desaparecer á Jenny Hawkins antes de que escriba su declaración.

Al fin, un calavera olvidado de la religión y las buenas costumbres, que había derrochado lo que restaba de la fortuna de su casa. ¿Qué iban a decir sus ilustres parientes? ¡Qué vergüenza la de su tía doña Juana, aquella noble señora la más santa y linajuda de la isla a la que, unos por burla y otros por exceso de veneración, llamaban «la Papisa»! Adiós, madó... Al anochecer estaré de vuelta.

¡Ay, Señor!... ¡Ha muerto! ¡Mi Antoñico se ha ahogado! ¡Está en el mar! , mujer dijo el marido lentamente con torpeza, balbuceando y como si le ahogaran las lágrimas . Somos muy desgraciados. El chico ha muerto; está donde su abuelo; donde estaré yo cualquier día. Del mar comemos y el mar ha de tragarnos... ¡Qué remedio! No todos nacen para obispos. Pero su mujer no le oía.